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Columna
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La prueba de estrés de Trichet

Resulta difícil mantener unida a la zona euro cuando los líderes políticos de la región se están tomando licencias electorales. Por eso Jean-Claude Trichet tendrá que encargarse de mantener esa cohesión en las próximas semanas. El presidente del Banco Central Europeo parece ser el último hombre en pie en la tierra del euro, el único capaz de tomar decisiones para hacer frente a la actual crisis.

Los malabarismos de Trichet están ahora en su momento álgido. El BCE podría anunciar esta semana un nuevo mecanismo para mantener los bancos irlandeses a flote. Es probable que aumente su tasa de interés la semana que viene, mientras se prepara la retirada de las medidas extraordinarias de liquidación puestas en marcha en 2008. Todos estos son objetivos aparentemente contradictorios: el aumento de las tasas y la retirada de las denominadas atípicas medidas podrían herir a los bancos que supuestamente el BCE trata de salvar.

El líder del BCE también quiere volver a la política monetaria clásica. Ha estado, además, presionando a los Gobiernos para que tomen, temporalmente, cartas en el asunto; les ha advertido que deberían poner en orden su fiscalidad y asegurarse de que sus bancos están apropiadamente capitalizados. Pero la eurozona está paralizada. Muchos de sus líderes están atemorizados ante las próximas elecciones -como en Finlandia y Portugal- o recuperándose de la conmoción de las más recientes -como en Francia y Alemania-.

Y la vida continúa. El BCE está considerando una línea de liquidez a medio plazo para los bancos tóxicos, empezando por las instituciones islandesas. Presumiblemente se activaría a cambio del compromiso de una estricta reestructuración, lo que a su vez podría apoyarse en promesas políticas de los Gobiernos nacionales. Esto permitiría al BCE volver a su tradicional oferta competitiva para otros bancos. El sistema de dos niveles no está exento de problemas, sobre todo porque este implicaría diferentes procedimientos en la fijación de precios.

Sin embargo, a medida que los políticos del euro han desertado, Trichet no ha tenido mucha elección. Sus delicados equilibrios deben continuar al menos durante un par de meses más.

Por Pierre Briançon.

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