La Europa de la próxima década
El acuerdo del Consejo Europeo por el que se establece de manera permanente un fondo de rescate de 440.000 millones de euros para aquellos países de la zona euro con problemas para afrontar los vencimientos de su deuda o que no puedan acudir a los mercados en condiciones normales para financiarse, ¿debe entenderse como un paso importante en la construcción de la Unión Monetaria Europea?
La crisis financiera puso en evidencia la fragilidad e insuficiencia de los instrumentos de estabilidad que se habían acordado en el lanzamiento del euro. Algunos analistas (fundamentalmente norteamericanos) habían advertido de los peligros que podía correr la moneda única europea frente al estallido de una crisis financiera de carácter global. Sin embargo, los europeos no hicimos caso e iniciamos la construcción del edificio monetario por la ventana. Ahora, lanzados contra las cuerdas, los sucesivos Consejos Europeos, con la prudencia de saber que, muy a pesar suyo, están cediendo soberanía en el terreno económico, están estableciendo, en palabras de Jean-Claude Juncker, presidente del Eurogrupo, lo que debería ser la UE de la próxima década.
La aprobación del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) con carácter permanente viene a añadirse a la creación de otros instrumentos de refuerzo del Plan de Estabilidad y Crecimiento, como el semestre europeo creado para reforzar el ciclo de política económica mediante una coordinación previa que permita corregir los desequilibrios macroeconómicos y prevenir las desviaciones fiscales o la Junta Europea de Riesgo Sistémico (JERS), encargada de la supervisión del sistema financiero en el seno de la UE. Todo ello debería significar avances en la gobernanza económica.
Sin embargo, los jefes de Gobierno de los Estados miembros de la UE adolecen todavía del coraje necesario para establecer una autoridad monetaria única. Y no parece que realmente exista esa voluntad en el corto plazo.
Muchos analistas opinan que, mecanismos como el actual Fondo de Rescate y los condicionamientos que su utilización conlleva, es decir, el estricto cumplimiento de una serie de requisitos de reducción del déficit y austeridad del gasto, son muy discutibles en cuanto a su eficiencia y oportunidad. Lo único que sabemos es que benefician al sistema financiero alemán y de ahí el papel de liderazgo que juega la canciller alemana. Los bancos alemanes jugaron fuerte en los años de despilfarro y prestaron dinero a todos los que lo quisieron endeudarse, e incluso a muchos que deberían haber tenido tiempo para pensar los inconvenientes que le podía acarrear tomar créditos que con un cambio de escenario podían tener dificultades en devolver. Los bancos alemanes y los franceses, españoles, etc. metieron a la economía en un lío del que ahora se desentienden y pretenden que sean los deudores y los contribuyentes los que se hagan cargo de la deuda. Y si el país tiene problemas que se apriete el cinturón. Salvad al banco, es el lema de frau Merkel que actúa, casi siempre, utilizando cierta moralina de manera electoralista. Por cierto, se echa en falta el cumplimiento de las resoluciones del G-20 para la reforma del sistema financiero mundial.
La aprobación del Pacto por el Euro aporta un elemento más de controversia a la sociedad europea. Una sociedad que supo desarrollar un modelo económico y social que ha proporcionado el crecimiento económico suficiente para calificar a la sociedad europea como la sociedad del bienestar. El Pacto por el Euro, como inmediatamente han sabido apreciar los sindicatos europeos, reduce sustancialmente las ventajas sociales adquiridas durante las últimas décadas. El argumento de las autoridades estatales es que es necesario aumentar la competitividad y convergencia de la economía europea para salvar el futuro de Europa. Pero, ¿las directrices que se recogen en el Pacto son las necesarias para obtener ese objetivo? Mi impresión es que no. Ya se fracasó con la estrategia de Lisboa en años de crecimiento económico. Es muy difícil que un país endeudado pueda activar su economía recortando gastos y es imposible que pueda ganar competitividad simplemente reduciendo los salarios, alargando la vida laboral o introduciendo el copago en la sanidad. Si no hay consumidores, no habrá recuperación económica y si no hay recuperación es complicado concluir que vayamos a ganar en competitividad.
¿Seguro qué es esta la UE que los ciudadanos europeos quieren para la próxima década?
Agustín Ulied. Profesor de ESADE miembro del Team Europa