Una cumbre que pretendía zanjar la crisis de la deuda
La Unión Europea celebra esta tarde y mañana en Bruselas la cumbre anunciada como punto final a 15 meses de crisis de deuda pública en la zona euro. Pero la cita llega rodeada de tantas incertidumbres dentro y fuera del club (desde Japón a Portugal pasando por Libia) que los líderes europeos no van a poder permitirse ni una breve tregua. Y el rechazo ayer del Programa de Estabilidad de José Sócrates en el Parlamento portugués anuncia una cumbre traumática y pendiente de los mercados.
El encuentro debía sellar un vasto programa de reformas que consolidase de manera definitiva la credibilidad y sostenibilidad de la Unión Monetaria. Las horas previas a la cumbre indican, sin embargo, que el nerviosismo de los inversores puede exigir nuevas reparaciones aunque ya casi nadie ponga en duda la supervivencia del euro.
Ni siquiera los enormes avances registrados durante este mes (con la conclusión del Pacto para la competitividad y el acuerdo sobre el diseño del fondo de rescate permanente para la zona euro) auguran una cumbre relajada.
Las medidas aprobadas no han bastado para calmar la agitación bursátil y, en cambio, han alimentado la tensión sindical.
Las autoridades belgas calculan que unas 15.000 personas, convocadas por la Confederación Europea de Sindicatos, cercarán hoy la sede del Consejo Europeo para protestar contra los planes de austeridad. Una marcha que pretende recordar a Merkel, Sarkozy, Zapatero y compañía el coste social de sus políticas de apaciguamiento de los mercados.
Algunos socios, además, llegan a la cumbre con una situación nacional agónica desde el punto de vista político y económico.
El caso más crítico es Portugal, al borde del rescate y desde ayer con un Gobierno en funciones. Pero no es el único.
El partido de la canciller Angela Merkel, la CDU, afronta el domingo unas elecciones cruciales en el Baden Wurtenberg que limitan su margen de maniobra en Bruselas.
Y el gobierno finlandés también llega maniatado por una cita con las urnas el 17 de abril en las que se espera la emergencia de un partido euroescéptico, True Finns, que podría sabotear los recientes acuerdos de la zona euro.
La situación en Helsinki, por lo pronto, impedirá que el Consejo Europeo apruebe mañana la ampliación del fondo provisional de rescate, una tarea que se deja para el mes de junio con la esperanza de contar con una mayoría favorable en el parlamento finlandés.
Se trata de un percance menor, sobre todo, porque los ministros de Economía de la zona euro empiezan a barajar la posibilidad de no ampliar finalmente el fondo si la previsible caída de Portugal no comporta riesgos de contagio a otros países. Pero el tropiezo revela la dificultad de la zona euro para rematar a tiempo sus reformas y evitar que cunda el nerviosismo o la desorientación entre los inversores.
Reformas
La UE, en cambio, sí que parece en condiciones de confirmar mañana la creación de un Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) dotado con 700.000 millones y con una capacidad de préstamo a los países en dificultades de medio billón. Algún académico, como Marcello Messori, de la Universidad de Roma, considera (en un estudio para el Centre for European Policy Studies) que ese fondo no resolverá el problema estructural de la financiación estatal en la zona euro y piden la creación de un Agencia Europea de Deuda que emita bonos con el aval conjunto de todos los socios. Aún así, no debe olvidarse que hace solo seis meses la creación de ese fondo era un tabú para países como Alemania o Holanda.
La segunda contribución de la cumbre a la credibilidad a largo plazo del euro es el Pacto de Competitividad y la exigencia de reformas en el mercado laboral (para avanzar hacia la flexiseguridad), en el sector energético y en las pensiones.
Algunos países podrían concretar durante la cumbre sus compromisos en esas áreas, aunque fuentes diplomáticas reconocen que nadie quiere retratarse el primero por miedo a fijarse un listón más alto que los demás.