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Columna
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El mayor de los riesgos

El colapso de la economía occidental, y con ello el incremento del desempleo, ha sido el resultado directo de un enorme agujero en la estructura de los diferentes reguladores, que ha impedido una rápida reestructuración del sector financiero no bancario, a todas luces insolvente. En este contexto, los responsables políticos han tratado de resolver esta crisis sistémica mediante la legalización de un esquema Ponzi mundial, es decir, negar la posibilidad de quiebra de algunas instituciones porque son muy grandes. Deberíamos haber aprendido que los estándares de capital eran insuficientes y que había, especialmente en los países anglosajones, un déficit enorme de regulación que fracasó a la hora de ofrecer una autoridad de resolución para las empresas financieras no bancarias.

Con todo ello, se ha creado una situación ineficiente, donde el capital imprudente sigue siendo subsidiado, a un coste cada vez mayor, por parte del sector público. Mientras los tenedores de bonos o acreedores salen ilesos, y parte del sistema financiero y bancario continúa repartiendo dividendos y salarios variables, con la misma presteza que los primeros inversores de Madoff recibían sus rendimientos. Bajo este análisis, los mercados financieros son perfectamente capaces de asumir las pérdidas. Lo que la economía global no será capaz de asumir es la incertidumbre que se produce cuando se aplican reglas arbitrarias en política económica, algo que se viene haciendo en todo el mundo occidental, y muy especialmente en el caso español, y cuyas consecuencias y resultados de dicha arbitrariedad son impredecibles.

El fracaso en extirpar el cáncer de este modelo financiero que ha subsumido al modelo productivo industrial tradicional en el ostracismo nos está llevando a un nuevo espejismo internacional que consiste en pensar que saldremos de esta crisis como en las otras ya consumidas. Esto se nota al observar la alegría de muchos analistas, financieros y políticos, que al detectar una cierta recuperación económica, no son conscientes de la vulnerabilidad de esta falsa recuperación. Esta tendencia nos está llevando, según nuestros análisis, a un contexto de sobrevaloración bursátil, lo que concluirá con un fuerte ajuste bursátil. Este optimismo está llevando a los tipos de interés en los mercados de deuda a niveles que no se corresponden ni con las expectativas de crecimiento ni de inflación. Esto conlleva un riesgo enorme de vulnerabilidad y caídas abruptas en los mercados de riesgo, algo que forma parte de nuestras recomendaciones a clientes institucionales, pero también particulares.

Por tanto, la probabilidad de quiebra o default va más allá del riesgo soberano, que parece que es el único que cotiza en los mercados financieros internacionales. Hay que atribuir este aumento del riesgo a todas las medidas de política económica tendentes a proteger a nivel global a los acreedores. Es por ello por lo que se puede estar gestando la madre de todas las burbujas, aquella que está inflando los bancos centrales y Gobiernos con la deuda soberana.

Las consecuencias de las políticas llevadas a cabo por los Gobiernos occidentales, primero una política fiscal expansiva, tanto fiscal como monetaria, y luego una relajación de la de gasto fiscal, salvo en EE UU, son varias y sobre todo tienen que ver con la gran contradicción que implican. Por un lado, el origen de la crisis, un problema de sobreendeudamiento privado, no solo no se ha corregido en la implementación de los rescates bancarios, sino que se agranda ahora extendiendo el problema al endeudamiento público. No hay que olvidar que, por ejemplo, EE UU tiene un endeudamiento total sobre PIB del 370%, Reino Unido un 500% o España un 390% o Irlanda un 1.000%. A partir de esta coyuntura, los mercados comienzan a atacar a los eslabones más débiles de la cadena, España, Irlanda, Grecia o Portugal.

Bajo este análisis, el actual problema de Occidente que es la deuda, erróneamente centrado en el sector público, algunos jugadores en el mercado han encontrado un auténtico filón debido a la débil respuesta de Gobiernos como el alemán, inglés o norteamericano a los ataques a la deuda soberana y privada de países muy endeudados. Estos ataques generan un efecto reatroalimentación: sube la carga financiera pública y privada de dichos países, lo que hace más insostenible su situación económica. A su vez, este efecto se amplifica por la implementación de duros ajustes fiscales y salariales, que aún deprimen más el crecimiento futuro.

Por tanto, lo que se está gestando es una gran burbuja en el mercado de deuda pública y privada, apoyada por bancos centrales y banca comercial, retroalimentando la carga financiera y los tipos muy elevados, pensando que esto reactivará la economía, el crédito y el empleo. Lo único que va a provocar es una gran ruina a muchos agentes económicos.

Alejandro Inurrieta. Profesor del IEB y concejal del Ayuntamiento de Madrid por el PSOE

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