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Opinión
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Vivir más, un dato a considerar

La realidad demográfica española, unida al propio sistema de previsión social vigente y a una fiscalidad relativa al mismo que sufre continuas modificaciones, hace necesaria una revisión inaplazable de todos aquellos planes de jubilación que se forjaron hace una década y de los actuales. Si todas las variables de la ecuación se han modificado significativamente, algunas de ellas nunca se tomaron en cuenta. Una de ellas es, sin duda, el llamado riesgo de longevidad o, lo que es lo mismo, ¿cuánto vamos a vivir?

La esperanza de vida ha pasado de 45 años en 1950 a 68 (según el informe de la ONU World Population Prospects 2008), y muchas personas en los países desarrollados gastarán lo mismo una vez jubilados que durante su vida en activo y, de acuerdo con los estudios, en los países ricos, uno de cada cinco varones con 65 años de edad sobrevivirá a los 90 años. En mujeres, la media es tres de cada diez. Los Gobiernos, conscientes de este desfase demográfico, han adoptado ya medidas como ampliar la edad de jubilación y, por lo tanto, retrasar la edad de comienzo del cobro de prestaciones, ya que el problema es que el gasto en pensiones públicas recae sobre menos hombros. Holanda y Alemania han ampliado la edad de jubilación de 65 a 67 años, Francia de 60 a 62, España prevé ampliarla de 65 a 67, e incluso Gran Bretaña considera la posibilidad de dejar abierta la edad de jubilación a la voluntad personal de los ciudadanos.

El gasto en pensiones en la OCDE es del 7,2% del PIB de media (en 1990 era del 6,2%) y el porcentaje sube rápidamente. En 1950 el ratio de dependencia (jubilados entre activos) tenía una media de uno a siete en el mundo desarrollado. Hoy es sólo de uno de cada cuatro y en 2050 está previsto que sea de dos a uno. Como resultado de todo ello, más de la mitad de los países de la OCDE han reducido la cuantía de sus pensiones en la última década.

En España, según algunos estudios, un 31% de los llamados hijos del baby boom no sabe cuál será su nivel de gastos al llegar a la jubilación y un 36% no tiene claro si sus ahorros serán suficientes para cubrir sus necesidades vitales, lo que evidencia un desconocimiento general sobre esta materia. Es lo que podríamos llamar incultura de jubilación.

Algunos nos fijamos en la rentabilidad anual de nuestro plan de pensiones o en la cantidad de aportaciones que hacemos anualmente, pero ¿alguien se ha preguntado cuánto tiempo necesita tener rentas o capital desde que se jubila? Este dato quizás sea el más importante, el que más incidencia tenga en la fórmula de creación de un plan de jubilación y el más obviado por desconocimiento.

El riesgo de longevidad ha sido cubierto por los fondos de pensiones a través de los llamados cat bonds, o bonos catástrofe, que son usados por compañías para cubrir riesgos imprevistos de grandes dimensiones, o por longevity swaps, donde uno de los integrantes en la permuta que está expuesto al riesgo de longevidad recibe flujos fijos de dinero y paga una cantidad fija de acuerdo con un ratio de expectativa de muerte. Independientemente del debate actual sobre pensiones que se ha puesto de manifiesto con la crisis financiera, debemos todos incidir en la comunicación y en la formación básica en pensiones como elementos esenciales de nuestra planificación de futuro.

Andrés Martín. Consultor sénior del área de previsión social de Towers Watson

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