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Tribuna
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San Déficit Público, ¡sálvanos!

Un sentimiento culpabilizador recorre el mundo. Un mantra universal que se repite y retumba entre la madera caoba y las alfombras de los despachos más ilustres de la banca y las finanzas mundiales; una especie de justiciero y apocalíptico mandamiento que dice: rebajad a toda costa los déficits públicos, no gastar más de lo que ingreséis, contened vuestros apetitos consumistas, y para ayudaros, gentes prudentes y comedidas, rezad contritos: "Oh, Déficit, no nos dejes caer en la tentación de sobrepasar ese 3% del PIB que parece tan vital para nuestras economías y hasta para nuestras almas. Jamás permitas, aunque pasemos hambre, la osadía de sobrepasarte e incumplir así las sagradas tablas de tan sabio equilibrio. Además, sabemos que una sola palabra tuya bastará para salvarnos".

En este ambiente de exaltación cuasi religiosa que no distingue entre países ni situaciones, me viene a la memoria el caso de un amigo, buen mecánico de coches, que habiendo quebrado la empresa de autobuses donde trabajaba, se quedó en paro. Pensó en montar un taller, pero entre traspaso del local, obras y herramental necesitaba unos 130.000 euros que en absoluto disponía. Pensó en pedir un préstamo puesto que todo auguraba una actividad rentable y hasta segura en estos tiempos de reparación y crisis. Pero, ¿se iba a dejar arrastrar por la tentación de caer en ese déficit tan denostado y que tanto salía en los papeles? ¡Ciertamente no debían estar los tiempos para entramparse! Lo decían el FMI, la OCDE, la UE, el Banco de España…. y gente tan lista no podía equivocarse. Y todavía hubo quien le apercibió: desengáñate, los bancos no te darán el préstamo, y menos aún sin un piso en garantía. De manera que mi amigo decidió seguir buscando trabajo aunque sabía que cumplidos los 55 sus posibilidades eran escasas. Una auténtica pena en todos los sentidos.

Pero este es un caso individual. ¿Qué pasa a nivel de los Estados? Y para no ir más lejos, ¿qué pasa en España? Porque nuestro caso es una fotocopia casi literal del de mi amigo. Ambos sufren de paro (mi amigo total, y España con su bochornoso 20%); ambos poseen capacidad de producir (conocimiento y energía); ambos contemplan sus nichos de mercado (reparaciones y ganar competitividad económica); y ambos usan dinero absurdamente improductivo (prestación por desempleo). Y con una diferencia: España no necesita préstamos por disponer de recursos monetarios suficientes, bien por tenerlos pésimamente ubicados como la citada prestación por desempleo, o el excesivo gasto público -en particular autonómico-, bien por permitir un nivel fraude fiscal internacionalmente alto según estimaciones.

Y aquí es donde conviene diseccionar el concepto de déficit. Porque no se diferencia debidamente entre déficit malo y bueno, o entre bienhechor y perverso; ya que la palabra déficit puede significar desequilibrio financiero (gastar demasiado) pero también desequilibrio energético (sobrar energía), que no es lo mismo, como no es lo mismo déficit por gasto que por inversión. Y para que San Déficit Público escuche nuestras oraciones hay que comenzar por comprenderlo. Porque, ¿qué me dicen del papel de los microcréditos personales en el mundo? ¿Acaso no están sacando de la pobreza extrema a millones de mujeres y familias? Y eso, ¿qué es, sino "recibir dinero prestado y trabajar con déficit"? Muhammad Yunus bien podría ampliarnos la función económica universal del déficit, e incluso nuestra ONG Nantik Lum cuando lo aplica en Suramérica.

Y aplicado a España como país, ¿no sería más interesante "rezar" sí -gastando menos-, pero "con el mazo dando" -invirtiendo más en puestos de trabajo pro competitivos-? ¿No es mejor reducir déficit público vía crecimiento que vía empobrecimiento? ¿No es más funcional y hasta ético instalar un taller mecánico que vivir de la sopa boba? Como mínimo, habría que diferenciar entre déficit por gasto y déficit por inversión, y rezar a San Déficit (¿los mercados?) para que nos permita números rojos siempre y cuando lo sean por inversión de futuro. Es traspasar la filosofía de los microcréditos para pequeños negocios personales al gran negocio pendiente del Estado español donde sobran parados, faltan cosas por hacer y exhibimos con impudor grandes cantidades de dinero mal gastado. La "insostenible triada", como le llamamos algunos.

Francisco Parra Luna. Catedrático emérito de la Universidad Complutense de Madrid

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