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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Presagios inquietantes ante el G-20

Los mensajes previos a la reunión del G-20, que concentrará el jueves y viernes a los líderes mundiales en Seúl, son alarmantemente contradictorios. Por un lado, los responsables de los bancos centrales, y por tanto de las políticas monetarias, se esforzaban ayer en defender en Basilea que ninguno de los allí reunidos, incluida la Reserva Federal de EE UU (Fed), persigue depreciar sus divisas para obtener ventajas competitivas en el plano comercial. El propio Jean-Claude Trichet, responsable del BCE y máximo defensor del euro, negó la existencia de una guerra de divisas. Es como confundir el deseo con la realidad. Parecen ser los únicos que piensan así.

En la arena política, mientras, se agudiza la confrontación entre los distintos bloques. La escalada de tensión se centra en la decisión de la Fed de devaluar -indirectamente- el dólar mediante la compra 600.000 millones de dólares en deuda estadounidense. China alertó de los problemas que este nuevo manguerazo de fondos públicos puede generar sobre las economías emergentes. Pero el principal reproche partió de la zona euro que, a través del presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, expresó el malestar por la decisión de la Fed que implica, de facto, un tipo de cambio artificialmente favorable al dólar. La dura e inédita crítica del Eurogrupo a EE UU estaba avalada desde la pasada semana por las autoridades económicas alemanas.

Los presagios son inquietantes. Se ha roto el consenso de las primeras reuniones del G-20 cuando la cooperación internacional era la estrategia para embridar una crisis global galopante. Pero aquel compromiso ha cedido ahora ante las políticas unilaterales como fórmula para combatir una crisis que no enseña su final. En esta guerra que no anuncia nada bueno, Luiz Inácio Lula da Silva, vuelva a poner dosis de cordura. Lula pidió ayer compromisos para evitar una tensión política que ya está teniendo consecuencias pésimas para la economía internacional. La falta de acuerdo se descuenta automáticamente por los mercados como un factor claramente desestabilizador. El petróleo ha iniciado una escalada y el oro vuelve a dispararse como valor refugio frente a unas divisas cuya volatilidad es un riesgo inasumible, mientras las primas de riesgo se disparan de nuevo en Europa, especialmente en Irlanda, Portugal y España.

EE UU pretende que los dos grandes exportadores mundiales, China y Alemania, fomenten su consumo interno para equilibrar sus balanzas comerciales importando productos del resto de los países, algo que no parecen dispuestos a permitir. La reacción unilateral de EE UU de devaluar el dólar se traduce en que está dispuesto a hacer valer su hegemonía mundial. Es una zancadilla al multilateralismo que se extendió saludablemente para intentar combatir la crisis. Porque una guerra comercial abierta sería la puntilla para una recuperación mundial que se hace esperar.

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