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El eje Berlín - Karlsruhe domina la Unión Europea

Nicolas Sarkozy posa periódicamente junto a Angela Merkel para mantener la ficción de un poderoso eje franco-alemán que mueve los hilos de la Unión Europea. Pero junto a la canciller alemana no debería aparecer el presidente francés, sino este juez de la foto, verdadero motor de las decisiones que últimamente se toman o se dejan de tomar en Bruselas.

Se llama Andreas Vosskule y a sus 46 años preside el Tribunal constitucional alemán, un órgano judicial con clara vocación política. Sus sentencias, dictadas o por dictar, trascienden la división de poderes y sirven a Angela Merkel como coartada o escudo (según las interpretaciones) para negociar en Bruselas con el resto de socios comunitarios.

El ascendente del Tribunal con sede en Karlsruhe ha ido en aumento. Y desde que comenzó la crisis del euro, Berlín invoca su jurisprudencia a cada instante, sea para retrasar el rescate de Grecia, para involucrar al FMI en el salvamento o para impedir que la Comisión Europea gestione los "chalecos salvavidas" para los países en dificultades.

Merkel aseguró el pasado viernes (30 octubre), al término de una cumbre europea, que una canciller no se pasa el día pensando en la opinión del Tribunal constitucional. Pero en ese mismo encuentro forzó un acuerdo para sustituir en 2013 el Fondo Europeo de Estabilización Financiera con otro mecanismo de rescate que resulte aceptable a Vosskule y sus 15 magistrados de Karlsruhe.

Nunca antes, probablemente, había disfrutado de tanta capacidad de influencia el Tribunal instalado hace 60 años en esa localidad alemana pegada a la frontera con Francia.

Nada se mueve estos días en Europa sin ponderar con temor la posible opinión de Karlsruhe. Sobre todo, desde que el año pasado los jueces alemanes dictaron una sentencia sobre el Tratado de Lisboa (defendida en este blog) que cuestionaba la legitimidad democrática del Parlamento y ponía fin, según algunos observadores, al proceso de integración europea tal y como se ha llevado a cabo desde hace medio siglo.

Aquel veredicto, con Vosskule como vicepresidente, provocó la indignación de buena parte de la clase política europea, que acusó a los magistrados alemanes de invadir su territorio y extralimitarse en sus competencias.

La Comisión Europea llegó a plantearse la necesidad de realizar un estudio detallado sobre las consecuencias jurídicas del fallo. Pero en línea con la táctica de avestruz porpia del presidente de la CE, José Manuel Barroso, el organismo ha guardado silencio "para no agravar la situación", reconoce una fuente comunitaria.

El silencio político, sin embargo, ha acrecentado la sombra de Karlsruhe. Y en una Unión Europea aquejada de desequilibrios en el reparto de poderes, es factible que unos jueces se erijan en guardianes del club, a expensas de Bruselas y en detrimento de París. De modo que el eje europeo sigue pasando por Berlín. Pero se detiene en territoro alemán, a 555 kilómetros de la capital francesa.

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