Demasiado grande para caer
Los bancos han demostrado ser el indiscutible talón de Aquiles de la presente crisis. Han sido el germen de su estallido, el resorte para su multiplicación y también son el refugio para las economías que han logrado acreditar un sistema financiero de aceptable solvencia. España no logró persuadir a los inversores de su capacidad para hacer frente a su deuda hasta que se publicaron los resultados del test de estrés a los bancos y desde entonces, el testigo ha pasado a Irlanda y Portugal.
A diferencia de España, sus sistemas financieros están mostrando mayores debilidades. Y son precisamente las dudas sobre Anglo Irish Bank -el mayor banco del país, que ya ha recibido capital público y que podría necesitar ayudas por otros 40.000 millones de euros- las que han colocado a la deuda irlandesa en el torbellino de los mercados. Su contagio se traslada a Portugal, una economía de las también denominadas periféricas y con una banca más frágil que la española. No en vano, las entidades financieras patrias han estado muy presentes en las subastas del Tesoro español, con compras de activos que ofrecen jugosas rentabilidades al tiempo que sirven de colaterales ante el BCE. Y las gestoras de fondos también han jugado su papel a la hora de sostener la demanda de bonos españoles, imprescindibles para el diseño de los fondos garantizados, producto estrella de la oferta bancaria y que afronta vencimientos de forma recurrente.
Desde el sector de la gestión de fondos reconocen que el tamaño de la economía española habría requerido una toma de posiciones muy costosa como para mantener en el tiempo la presión sobre su deuda. En cambio, Portugal e Irlanda resultan más asequibles. En el otro extremo, como los grandes intocables de la crisis de deuda soberana, se mantienen EE UU y Reino Unido. Soportan un endeudamiento preocupante pero, por el momento, son demasiado grandes para caer.