Más capital y mucho tiempo
La aprobación anteayer de algunos aspectos clave de los nuevos requerimientos de capital de las entidades bancarias es un acontecimiento de gran relevancia. Se ha debatido largo y tendido sobre el tercer gran acuerdo global de solvencia, el llamado Basilea III. Las decisiones adoptadas -que suponen que las entidades tendrán que respaldar los riesgos asumidos con recursos propios de la máxima calidad o core capital (capital y reservas) hasta un nivel del 7% de sus activos- representan un cambio de ruta en las políticas de riesgo en el sector hacia prácticas más prudentes. El que vivimos es un momento delicado para la industria financiera, en el que no existe un modelo definido de cuál será la estructura y el futuro del negocio y en el que buena parte de los sectores bancarios de todo el mundo atraviesan procesos de reestructuración.
La concreción de los requisitos de capital, como elemento básico de Basilea III, constituye un avance, un punto de referencia para despejar buena parte de las dudas y especulaciones recientes. En todo caso, los nuevos requisitos son menos exigentes de lo que se esperaba, lo que ha sido acogido con un cierto alivio desde las entidades y los mercados bursátiles. Aunque el endurecimiento era esperado, la falta de concreción sobre aspectos clave como las nuevas ratios de liquidez -cuya definición y exigencia aún no se ha abordado- o los amplios plazos para adoptar los acuerdos, han supuesto un cierto revulsivo en el mundo financiero. Al fin y al cabo, el regulador se ha tenido que enfrentar al difícil reto de lidiar entre una industria bancaria maltrecha y la necesidad de concretar la hoja de ruta para la mejora del control del riesgo bancario y la prevención de potenciales crisis como la actual.
En Europa, los test de esfuerzo representaron un primer paso en la definición de la situación de la solvencia ante escenarios alternativos de futuro. Tomando como referencia aquellas pruebas, la mayor parte de las entidades bancarias europeas, sobre todo las de mayor tamaño, no tendrían grandes problemas para cumplir con las exigencias de Basilea III. Sin embargo, un buen número de entidades de dimensión media o reducida podrían tenerlo más complicado, aunque los plazos establecidos son amplios y aún puede existir margen suficiente para la adaptación. Además, existen dos importantes novedades en estos requerimientos. Por un lado, el establecimiento de un colchón de conservación o mantenimiento del 2,5%, constituido también como core capital. Lo atractivo es que las entidades deberán cumplirlo porque, en caso contrario, no podrán repartir dividendos. La segunda novedad es algo más decepcionante y se refiere a otro colchón, llamado contracíclico, que la propuesta fija hasta el 2,5% en core capital, pero lo deja a la discrecionalidad de cada país. Su opcionalidad limita, de momento, el objetivo tan comentado en la esfera internacional de contrarrestar el carácter cíclico de la actividad bancaria, que tiende a asumir demasiado riesgo y conceder demasiado crédito en fases alcistas, exacerbando el racionamiento de crédito durante las fases recesivas. Además, estos colchones tienen como franja temporal de adaptación hasta 2019, un periodo algo largo ante las urgencias actuales.
En España, su impacto final dependerá de cómo se concrete el proceso de reestructuración ahora iniciado, un aspecto fundamental para conocer en qué medida muchas entidades tendrán capacidad para crecer y capitalizarse. La reestructuración ordenada bancaria en España -en el marco del FROB- se ha orientado en la dirección de fortalecimiento de la solvencia y las reformas emprendidas contemplan situaciones en las que las entidades de tamaño medio y reducido (principalmente, las cajas) tendrán un mayor acceso al mercado de capital. Son reformas que apenas han echado andar y que ahora, con Basilea III, cuentan con un desafío importante. En todo caso, los niveles de capitalización de partida de la mayor parte de nuestro sector bancario son más elevados que las de otros grandes referentes europeos, como Alemania. En todo caso, como elemento adicional que deja en mejor lugar a nuestro país, las ayudas recibidas por algunas de nuestras entidades financieras no son comparables (ni en forma ni en cantidad) a las inyecciones de capital observadas en otros países durante la crisis. Además, en España ya se cuenta con una normativa de provisiones anticíclica que sigue constituyendo un marco de referencia en el exterior.
Se trata de un acuerdo necesario e histórico, en un momento difícil y con mucho tiempo aún para su adaptación. Ojalá la siguiente crisis no llegue antes de su completa puesta en marcha.
Santiago Carbó. Catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Granada y consultor del Banco de la Reserva Federal de Chicago