Diversificando por sectores
La inversión sectorial sirve para reducir riesgos o apostar por industrias en buen momento
Mucho se ha hablado en los dos o tres últimos años sobre la dificultad de alcanzar una buena diversificación en las carteras de inversión. La intensificación del problema se hizo patente en la última crisis, donde la correlación entre las diferentes clases de activos aumentó sensiblemente. En última instancia el objeto de la diversificación es sacrificar rentabilidad esperada a cambio de reducir el riesgo de pérdidas abultadas. Así, prácticamente todas las inversiones se movían en la misma dirección, con lo que las pérdidas sufridas en algunas de ellas no se veían compensadas con alzas en otras.
Hay varias opciones para diversificar una cartera de inversión. Además de la más obvia y usada, como es incluir en diferentes proporciones una combinación de deuda pública de primera calidad con renta variable, existen activos como las materias primas, los fondos de inversión alternativa, el oro o las divisas, que muestran correlaciones históricas bajas con las clases de activo más tradicionales.
Sin embargo, existe otra, como es la inversión en diferentes sectores de renta variable, de la que últimamente no se oye hablar mucho. La idea de invertir en acciones pertenecientes a diferentes sectores es que a lo largo de los ciclos económicos existen sectores que exhiben comportamientos dispares y diferencias de rentabilidad muy apreciables. No hace falta hacer sofisticados análisis estadísticos para apreciar que la variabilidad de los retornos entre los diferentes sectores es muy amplia. Un simple cuadro con rentabilidades históricas de índices sectoriales lo pone de manifiesto.
La cuestión clave es cómo se puede acertar con los sectores que en cada momento van a tener un mejor comportamiento y evitar aquellos que van a hacerlo un peor. Existen numerosas teorías y metodologías que buscan dar respuesta a esta cuestión. La más simple y conocida es aquella que divide los sectores entre cíclicos y defensivos. Los cíclicos destacarían en las recuperaciones económicas mientras que los defensivos mostrarían mejores comportamientos relativos durante las recesiones o mercados volátiles con una elevada incertidumbre.
Sin embargo, se plantean varios problemas con esta aproximación al problema. Primero, hay que identificar con acierto en qué momento del ciclo nos encontramos. En segundo lugar nos encontramos con el dilema del famoso timing (acertar con el momento en que el comportamiento buscado se materializa). Podemos estar acertados con el diagnóstico pero el comportamiento esperado se adelanta o retrasa con respecto a nuestras previsiones. Por último, los sectores de actividad tienen sus propias dinámicas (competencia, márgenes, niveles de inversión, etc.) lo que incide en su atractivo y comportamiento bursátil. Así, fiarnos de los comportamientos observados históricamente puede conducir a resultados decepcionantes.
Algunos de los gestores de fondos más reputados cuyo proceso de inversión esta basado en un enfoque top down (análisis macro que le les lleva a sobreponderar determinados estilos de inversión, países y sectores en cada momento) han desarrollado criterios que tratan de superar la visión cíclica más simplista para entrar en las propias dinámicas internas de los sectores. Parece haber cierta evidencia de que más allá de los ciclos asociados al devenir económico existen ciclos virtuosos o viciosos dentro de los propios sectores y que duran al menos varios años. Así, habrá sectores que disfrutarán de comportamientos relativos elevados durante una serie de años y otros que sufrirán rentabilidades deficientes. El análisis de ratios de mercado agregados para el sector junto con la identificación de tendencias o temáticas de consumo de futuro son elementos que normalmente se tienen en cuenta para discernir qué sectores pueden disfrutar de esos ciclos virtuosos en los próximos años. En el primer caso el análisis de la tendencia de los beneficios unitarios, el nivel de inversiones y márgenes son algunos de los indicadores clave a tener en cuenta. En el segundo caso tendencias socioeconómicas de medio y largo plazo, situación competitiva y marco regulatorio son los elementos clave.
El consenso apuesta en este momento por sectores que han sufrido un persistente y pobre comportamiento relativo en los últimos años. Así, nos encontramos con el de farmacia salud o de biotecnología, por un lado, o el sector de las tecnologías de información, por el otro. Tras una década para olvidar, quizás la próxima les depare un devenir mucho más favorable. Los fondos de inversión son, por la diversificación, seguridad y ventajas fiscales, la mejor opción. Existen varios estudios que tratan de establecer el porcentaje que deben representar en una cartera bien diversificada. Bastantes de ellos concluyen que en un 5% es una asignación adecuada. Otros la elevan incluso por encima del 10%.
Un mercado confuso
El cuadro central pone de manifiesto a través de los índices Lipper las importantes diferencias de comportamiento entre los diferentes sectores. l Curiosamente, en lo que va de año, los fondos que invierten en el sector defensivo por excelencia (el oro) y los que invierten en el sector cíclico de consumo son los ganadores. Los del sector energético se sitúan a la cola. l Esta situación aparentemente contradictoria pone de relieve las tensiones actuales en el mercado aunque tampoco es la primera vez que se produce.