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Tribuna
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Testando la nueva agenda refomista

La pasada semana conocimos los resultados de los test de estrés a los que fueron sometidos la casi totalidad de las entidades financieras de nuestro país. El resultado ha sido positivo pero ni supone la constatación de que no exista problema alguno, ni el síntoma de que todo está hecho ya. Más al contrario, estos test nos permiten certificar el buen sentido de las medidas de reestructuración financiera que se han puesto en marcha y deben servir de acicate para continuar por la misma senda reformista, después de haber sido esenciales para salvar las turbulencias de mayo y junio.

Hace menos de tres meses, el Estado griego hacía pública su situación fiscal que podría derivar en una suspensión de pagos. Por lo pronto, las incertidumbres en torno al plan de rescate fueron suficientes para estimar una probabilidad de ruptura del euro superior a cero y sembrar la alarma sobre la sostenibilidad de otras economías altamente endeudadas, entre ellas, la española. Sin duda, había y persisten razones para la preocupación.

La deuda bruta de la economía española se sitúa cerca del 400% del PIB, con un protagonismo esencial del sector financiero que además posee, especialmente las cajas, una cartera de activos muy concentrada en el sector inmobiliario, con escasas perspectivas de crecimiento. Además, el crédito hipotecario a las familias, con una tasa de paro superior al 20%, supone riesgos adicionales sobre la estabilidad del sistema. Junto esto, la deuda contraída con el resto del mundo supera el 170% del PIB. Así, una probabilidad de ruptura del euro marginalmente superior a cero, derivada de la crisis griega, fue suficiente para expulsar a los inversores internacionales del país. Empezábamos junio y el Ibex se desplomaba por debajo de los 8.700 puntos, la prima de riesgo de la deuda soberana a diez años alcanzaba los 221 puntos y el coste de contratar un seguro contra el riesgo de impago de la deuda española aumentaba hasta los 251 puntos. Así, el sector financiero español afrontaba una situación compleja, toda vez que los mercados internacionales dejaron de financiar a empresas y bancos. En el fondo del problema estaba (y persiste) un sector financiero altamente endeudado así como graves cuellos de botella que comprometen la recuperación de la economía española y ante los cuales no parecía haber una agenda reformista nítida. Sin embargo, en el último mes algo ha cambiado y estamos empezando a ver sus frutos.

El test sobre las instituciones financieras españolas ha estado bien diseñado tanto por la amplitud de entidades auditadas, como por la severidad de los supuestos. En este sentido, el compromiso alcanzado a escala europea hubiera bastado con someter al ejercicio de estrés a Santander, BBVA y la fusión liderada por Caja Madrid, al menos el 50% de los activos del mercado. Sin embargo, el Banco de España introdujo en el análisis a todos los bancos y cajas de ahorro que suponen el 95,2% del mercado. Asimismo, los supuestos del escenario más adverso son lo suficientemente extremos como para considerarlos muy en la cola de la distribución. Por ejemplo, una caída acumulada del PIB en 2010 y 2011 de 3,6 puntos porcentuales está muy alejada de las previsiones más negativas del mercado.

Se puede considerar un ejercicio lo suficientemente transparente como para extraer conclusiones menos negativas sobre las perspectivas del futuro del sector financiero y, sobre todo, de la idoneidad de las ayudas del FROB y, especialmente, de las fusiones a las que ha obligado. Con todo, estas fusiones frías y calientes, que no deben tener marcha atrás, unidas a la reciente aprobación de la reforma de ley de cajas abren un nuevo escenario. Parece claro que las vías abiertas para la capitalización privada de las fusiones de cajas deberían suavizar el ajuste derivado del alto endeudamiento actual y alumbra un proceso de desapalancamiento menos crítico para la reactivación de la economía. Todo ello, unido a una agenda de reformas que amplifique el potencial de crecimiento (laboral, seguro de desempleo, negociación colectiva, pensiones, etc.) puede suponer las bases para un nuevo proceso de crecimiento. Confiemos en que la retomada línea reformista encauce la recuperación de la economía española.

Jonás Fernández. Director del Servicio de Estudios de Solchaga Recio & asociados

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