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Tribuna
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Restricción del crédito

Parece que todas las cifras oficiales, y las noticias en el sistema financiero, alertan de que en los próximos años puede continuar una seria restricción en el acceso de las más pequeñas empresas al crédito que deberían ofrecer bancos y cajas, aunque esta restricción no llegue a ser tan profunda como la conocida en el pasado año y en lo que llevamos de 2010.

Efectivamente, este año es posible, por no decir seguro, que los créditos que se autoricen por menos de un millón de euros, los dirigidos a autónomos y pymes, se desplomen por debajo de los 200.000 millones de euros. Quedando muy lejos de la mitad de los concedidos en el año 2007.

Las razones son diversas, una de ellas es sin duda la concentración de la poca actividad crediticia en los grandes clientes que necesitan refinanciación para continuar su actividad y que pueden llegar a producir problemas sistémicos a las propias entidades crediticias. De hecho, los créditos superiores al millón de euros no sólo no han decrecido sino que tienen una tendencia al alza.

En el caso particular de los autónomos se está produciendo un desplazamiento masivo desde las cajas, con la excepción de las dos principales, hacia bancos, en la medida de que éstos tienen mayor capacidad de atención a nuevos clientes.

Pero mayor trascendencia tienen las decisiones de los bancos centrales y en especial del BCE por lo que se refiere a capitalización, aportaciones a fondos de garantías colectivos o normas de provisión que hacen que las entidades financieras tengan que hacer uso de sus depósitos a estos fines antes que hacerlos llegar al mercado natural.

También se estrechan los criterios de análisis del riesgo que obligan a que la mayoría de las personas físicas con actividad económica queden fuera de los ratios de solvencia, tal y como ya lo practican las comisiones de riesgo. El principal problema en este orden viene de las condiciones que parece va a establecer Basilea III y que podría dejar a los autónomos europeos y empresas no societarias en la marginalidad financiera.

Con este escenario, las perspectivas no pueden ser muy halagüeñas y las consecuencias para la economía real, muy graves. Sin crédito no hay empresas, sin empresas no hay empleo ni crecimiento.

La articulación de un sistema público de financiación va a ser inevitable. Un primer intento positivo se vislumbra con la nueva línea ICO directo, pero se tendrá que adoptar un sistema más estructural para suplir el desierto financiero que se nos dibuja en estos próximos años.

Sebastián Reyna Fernández. Secretario general de UPTA España

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