La tregua entre fútbol y literatura se prolonga
Los escritores opinan sobre fútbol y se multiplican las novedades en las librerías con motivo del Mundial.
En tiempos del franquismo, la intelectualidad etiquetaba al fútbol como uno de los opios del pueblo, y referentes como Jorge Luis Borges no ahorraban sus críticas: "Es una cosa estúpidamente de ingleses ( ). Un deporte estéticamente feo ( ). Es muy popular, porque la imbecilidad es muy popular también". Hoy, sin embargo, la continua defensa de este deporte por parte de pesos pesados de las letras ha llevado a una relación de mayor respeto mutuo y a una fuerte presencia en las librerías de volúmenes de contenido futbolístico en las semanas en torno al Mundial.
Entre las novedades aparecidas estos días puede citarse, por ejemplo, Libro del Fútbol (451 Editores), en el que el argentino Pablo Nacach recopila textos sobre el deporte "desde puntos de vista culturales, sociológicos, antropológicos y filosóficos". Entre los autores escogidos hay amantes del fútbol como Manuel Vázquez Montalbán, Vladimir Nabokov u Osvaldo Soriano, junto a textos de clásicos que citaron el fútbol -como Shakespeare en La comedia de los errores- o perlas acerca de la competitividad o el esfuerzo aportadas por Calderón de la Barca u Homero.
Javier Marías, otro de los escritores con amores futbolísticos más que confesos, recupera y actualiza para la ocasión los artículos que recopilara en Salvajes y sentimentales (Alfaguara). El autor que titulara una de sus obras Corazón tan blanco por su madridismo confeso, muestra aquí su hondo conocimiento del juego y una pasión de años que incluye su experiencia como extremo izquierdo; no en vano escribió alguna vez que "el fútbol es la recuperación semanal de la infancia".
Si Marías aparece con frecuencia citado como el "escritor madridista" por antonomasia, a él pueden sumarse nombres como los de Eduardo Mendicutti, Luis Mateo Díaz, José Carlos Somoza o Javier Reverte. Los aficionados del Barcelona con prestigio literario son legión; al mencionado Vázquez Montalbán pueden sumarse Sergi Pàmies o Quim Monzó. Otros aficionados insignes fueron Miguel Delibes (que escribió un volumen titulado El otro fútbol), Edgar Neville o Wenceslao Fernández Flores.
Las rivalidades han llegado a disputarse incluso en el ámbito de la poesía: si Rafael Alberti firmó una recordada oda al meta barcelonista Platko tras un partido contra la Real Sociedad, Gabriel Celaya le respondió con una Contraoda que termina con un toque de revancha: "Tú lo has olvidado, pero nosotros siempre recordamos: ganamos".
Con todo, la mayor parte de los escritores que se han manifestado incondicionales del fútbol proceden del continente que lo ha convertido en una forma de vida: Suramérica. El uruguayo Eduardo Galeano ha escrito obras completas sobre el juego, como Fútbol a sol y sombra, y mantiene su inquebrantable fidelidad al Nacional de Montevideo. Su paisano Mario Benedetti calificó el gol de Maradona a Inglaterra en el Mundial de 1986 como "la única prueba tangible con la que contamos de la existencia de Dios". Igual pasión sentía el argentino Roberto Fontanarrosa, en este caso para defender los colores del Rosario Central. Gabriel García Márquez admite que se sintió hincha del Millonarios de Bogotá "desde un día que perdí el sentido del ridículo", aunque no presume demasiado de ello. Por su parte, Mario Vargas Llosa y la plana mayor de la literatura peruana (Alfredo Bryce Echenique o Julio Ramón Ribeyro) son aficionados del más laureado equipo de su país, el Universitario de Lima.
En comparación con la selección iberoamericana, no hay tantos escritores de otras lenguas que hayan consagrado parte de su obra al fútbol. En Inglaterra, el portavoz oficial de esta afición es Nick Hornby, autor de libros como Fiebre en las gradas, y que en su calidad de seguidor del Arsenal ha llegado a afirmar que su peor pesadilla sería que su hijo se aficionara al Tottenham. En Alemania, Günter Grass presume de su seguimiento al modesto Friburgo.
También se publican para la ocasión diversos libros de carácter más informativo a cargo de periodistas expertos; es el caso, por ejemplo, de 366 historias del fútbol mundial que deberías saber, del director de As, Alfredo Relaño, o Los secretos de La Roja, de Miguel Ángel Díaz.
Por el momento, en cambio, parece que este amor no es del todo recíproco. Sin llegar a la prohibición de la lectura que se atribuye a Carlos Salvador Bilardo, no hay muchos futbolistas que presuman de tratar cotidianamente con los libros, con las conocidas excepciones de Jorge Valdano, Pep Guardiola, Xavi Hernández o Miguel Pardeza.
El portero como "artista de singular glamour"
"Es un hombre solitario, impávido. El hombre del misterio, el último defensa", escribió Vladimir Nabokov, uno de los literatos que conocieron los sinsabores de defender una meta. Albert Camus, Miguel Delibes y Arthur Conan Doyle, entre los escritores, y celebridades como Karol Wojtyla, Julio Iglesias, Eduardo Chillida o Luciano Pavarotti coinciden en haber extraído experiencias fundamentales para sus posteriores carreras de la vivencia solitaria de defender un marco de fútbol.Nabokov se calificó a sí mismo como un guardameta "errático, pero espectacular", que disfrutó del "estremecimiento prolongado" que le producía cada parada. Defendió la portería de la Universidad de Cambridge, practicando lo que calificó como "un arte gallardo, rodeado de singular glamour", que iguala al portero con "otros héroes populares como el as de la aviación o el torero". Camus, por su parte, dijo que descubrió en la portería "lo que sé sobre moralidad y las obligaciones del ser humano. Aprendí que la pelota nunca viene por donde se espera. Eso me ayudó mucho en la vida".La condición de personaje único del portero ha motivado desde la novela El miedo del portero ante el penalti del escritor alemán Peter Handke hasta el relato firmado por Mario Benedetti El césped, pasando por poemas como la conocida Oda a Platko, de Rafael Alberti, o A Lolo, sampedro joven, en la portería del cielo del Orihuela, escrita por el poeta Miguel Hernández.