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A fondo

¿Dejará huella la presidencia española?

La cita económica más importante de la presidencia española de la Unión Europea, celebrada el viernes y sábado en Madrid, probablemente sólo sea recordada por la ceniza volcánica que cubre desde el pasado jueves una parte del continente europeo.

El cierre del espacio aéreo provocado por la erupción de un volcán en Islandia impidió a tres de los 16 ministros de Economía de la zona euro (Bélgica, Irlanda y Malta) llegar a la reunión del Eurogrupo en la capital española. Otras delegaciones abandonaron precipitadamente la reunión el sábado ante el temor de que la cancelación de vuelos les impidiera regresar a su lugar de origen.

Ha sido el enésimo avatar de un semestre español marcado por las vicisitudes institucionales, las crisis presupuestarias sobrevenidas y, finalmente, por los elementos naturales. Hasta el volcán Eyjafjalla se ha permitido perturbar los planes de un mandato que arrancó bajo el ímpetu de "crear un gobierno económico de la Unión Europea" y se arrastra ahora hacia una agonía de dos meses con un balance provisional en blanco muy difícil de rellenar.

El debate sobre la gobernanza económica de la UE se le fue de las manos al Gobierno de Rodríguez Zapatero nada más comenzar la presidencia cuando sembró la confusión al invocar la posibilidad de introducir sanciones a los países indisciplinados. Tras ese patinazo, otras capitales le arrebataron la iniciativa. El sábado pasado, durante la reunión del Ecofin en Madrid, la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Economía, Elena Salgado, parecía ya más preocupada por contener las propuestas de coordinación presupuestaria del comisario europeo de Economía, Olli Rehn, que por la creación de un gobierno europeo.

Rehn quiere que durante el primer semestre de cada año, los Gobiernos de la zona euro comuniquen a Bruselas las grandes líneas de su presupuesto para el próximo ejercicio, con el objeto de que la CE y el resto de socios puedan comentar y sugerir correcciones a su sesgo expansivo o restrictivo.

El Gobierno también ha desperdiciado la oportunidad que le ofrecía la grave crisis griega para convertirse en el eje de un rescate que ha tenido (y tiene) en vilo a los mercados mundiales. Sólo en la recta final de la preparación de ese rescate ha intentado Zapatero recuperar parte del protagonismo que ya habían asumido capitales como Berlín, París o Bruselas, e incluso, Washington.

La cuestión que se plantean ahora analistas y observadores de la escena comunitaria gira en torno a las razones del naufragio de esta presidencia española tras el éxito relativo de las tres anteriores (1989, 1995 y 2002).

Por un lado, aparecen circunstancias ajenas al Gobierno que cabe interpretar como eximentes. La más grave estriba en que la Comisión Europea estuvo en funciones desde el 1 de noviembre de 2009 hasta el 12 de febrero de este año. Esa parálisis institucional ha secado casi completamente el procedimiento legislativo de la UE, lo que ha dejado casi sin actividad a los consejos de ministros sectoriales (como Agricultura, Competitividad, etcétera.), que preside España.

El semestre español también coincide con el estreno del Tratado de Lisboa y los profundos cambios institucionales que introduce en la UE. A Zapatero le ha tocado convivir con puestos nuevos como el de Presidente Permanente de la UE. El engranaje todavía rechina y crea desde problemas de competencias hasta de protocolo. Aún así, la mayoría de las fuentes consultadas en Bruselas valoran positivamente la actitud del Gobierno español en ese terreno y consideran afortunado que el nuevo marco institucional arranque con un país tan europeísta como España en la presidencia.

Frente a esos eximentes, aparecen numerosos agravantes. Desde la improvisación de algunos departamentos ministeriales a la falta de transparencia y claridad en su comunicación con los medios de comunicación internacionales.

Otra interpretación atribuye la falta de presencia del Gobierno en Bruselas a su ensimismamiento en la trifulca política nacional o a su desbordamiento por la crisis económica.

En cualquier caso, Zapatero dispone ya de muy poco tiempo para dejar una impronta duradera en el club cuando pase el testigo el 1 de julio a la presidencia belga.

Uno de los temas estrella del semestre, la reforma del sistema de supervisión financiera, sigue atascado y casi todas las fuentes prevén que no se resuelva al menos hasta el mes de julio, ya bajo la batuta de Yves Leterme, primer ministro de Bélgica.

La presidencia española también se ha estrellado en la tramitación de la directiva para regular por primera vez los fondos de alto riesgo (hedge funds), una de las iniciativas legislativas más simbólicas de la UE como respuesta a la crisis financiera.

Salgado, en su condición de presidenta de turno del Ecofin, pretendía aprobar un compromiso político sobre esa ley en la reunión de ministros de Economía y Finanzas de la UE del pasado mes de marzo. Pero una llamada in extremis del primer ministro británico, Gordon Brown, a Rodríguez Zapatero, logró que Salgado retirase la directiva de la agenda del Ecofin y aplazase sin fecha su aprobación.

Si los vientos políticos no cambian, el semestre español puede acabar cubierto por la ceniza de la irrelevancia.

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