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A fondo

La crisis devora la presidencia española de la UE

El semestre comunitario está pasando sin pena ni gloria en lo que afecta a la responsabilidad que España ha contraído desde la presidencia rotatoria de la Unión Europea. Esta es la impresión más generalizada en el Gobierno y también entre las fuerzas políticas de la oposición, que ven como las esperanzas de José Luis Rodríguez Zapatero de ganar popularidad y remontar en las encuestas se han venido a pique, entre otras razones porque buena parte de las expectativas que había creado el propio Ejecutivo para transitar por el mandato europeo han quedado enterradas.

Hay que reconocer que la presidencia española comenzó con mal pie ya que arrancó sin comisarios y se tardó cerca de mes y medio en disponer de una nueva Comisión. A esta evidencia se han sumado algunos problemas que ya se conocían y otros que han aparecido sobre la marcha. Entre los primeros, consta la dificultad de gestionar una presidencia que se ha estrenado con un nuevo Parlamento Europeo, en el que operan por primera vez mecanismos nuevos de codecisión, y también con un nuevo Tratado. Entre los segundos, la compleja convivencia entre el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, y el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, sumada al singular papel que está jugando como alta representante de la política exterior la baronesa Catherine Ashton.

Lo más curioso es que la polémica sobre la sustituta de Javier Solana, al que se echa mucho de menos en todos los estamentos europeos, se suele centrar en si asiste o no a las cumbres que se organizan desde la presidencia rotatoria y no en lo poco que podría aportar en el supuesto de que participara en las mismas: está en pleno proceso de rodaje.

Distorsiones

Entre los altos cargos que siguen más de cerca la evolución de la presidencia española hay unanimidad a la hora de constatar que estas distorsiones están actuando como freno al programa que tenía previsto desarrollar el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, y su equipo de confianza.

La profundidad de la crisis económica, el terremoto griego, los choques de competencias entre ministerios y la necesidad de improvisar casi continuamente soluciones urgentes a los problemas que surgen está eclipsando no sólo la agenda de Zapatero, señalan las mismas fuentes, sino también poniendo en peligro los principales objetivos que se habían marcado desde la propia presidencia.

De forma un tanto pomposa, el Ejecutivo se había propuesto afianzar el "gobierno económico europeo" para conseguir que Europa saliera más fuerte de la crisis. Pero las expectativas de transitar este mandato con una situación económica menos vulnerable no se han cumplido. España no ha salido de la recesión y la evolución de países con gran peso específico como Alemania, Francia o el Reino Unido no invita a pensar en una recuperación sólida exenta de riesgos de recaídas. España se proponía trabajar por un nuevo sistema financiero internacional, así figuraba en su programa, y las reformas en este aspecto avanzan a paso de tortuga. Por lo demás, la coordinación de las políticas para hacer realidad el gobierno económico europeo se antoja todavía un reto de medio o largo plazo.

En el Gobierno se reconoce, además, que las dudas despertadas sobre la estabilidad de la economía española y la salud de sus finanzas, relativamente amortiguadas después de las giras de la vicepresidenta Elena Salgado y de su secretario de Estado, José Manuel Campa, por algunos de los principales centros financieros, han dejado casi en una ensoñación la aspiración a que sea esta presidencia la que ponga en marcha la nueva orientación de la política económica europea que, hasta el momento, ha tenido sólo un perfil monetario.

América Latina y el Mediterráneo

Llegados a este punto, ahora el esfuerzo se centra en que las cumbres que todavía están pendientes de celebrarse se culminen de forma digna y sin demasiado ruido. Enterrada la cita que estaba prevista con Estados Unidos después de que el presidente norteamericano Barack Obama anunciara su ausencia, quedan todavía en la agenda la cumbre euromediterránea y la cita con América Latina.

La primera es muy posible que se vea ensombrecida por el encono del conflicto árabe-israelí, y la segunda, por las escaramuzas que el Gobierno español libra con Venezuela y Cuba a cuenta de los activistas de ETA y del respeto a los derechos humanos en la isla.

En este último caso, se está intentado por todos los medios situar el problema cubano fuera del escaparate de la cumbre, aunque los últimos movimientos solidarios a favor de los disidentes no ayudan. Por otra parte, la firma del acuerdo con los países que integran el Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay) ya está confirmado que caerá fuera del perímetro temporal que abarca a la presidencia española de la Unión Europea, razón por la cual tampoco habrá medallas en este ámbito.

Grupo de reflexión

Hay un balón de oxígeno que puede salvar de alguna forma la imagen de la presidencia española, pues estará coronada por el informe que presentará el Grupo de Reflexión que encabeza el ex presidente Felipe González. La reunión será en junio y puede contribuir algo a atemperar la sensación de fracaso del semestre español.

Mientras ello ocurre, la próxima cita es esta misma semana (jueves y viernes), en donde el Consejo europeo deberá decidir si detalla el plan de ayuda financiera a Grecia, tal y como lo solicita el primer ministro griego, George Papandreu. La cita se producirá poco después de que la propia Comisión Europea haya alertado del "excesivo optimismo" de los planes de ajuste fiscal de la mayoría de los países de la UE, entre ellos, España y Alemania.

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