_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El éxito de una presidencia

Transcurrido un mes de presidencia española en la UE vale la pena reflexionar en relación a algunos de los debates que a lo largo de este periodo ha suscitado la actuación del Gobierno español y muy particularmente su presidente.

Empecemos por las críticas que la mayoría de medios de comunicación cercanos al partido de la oposición lanzaron contra las prioridades que el Gobierno desea impulsar durante el semestre. Las prioridades de la presidencia española giran en torno a cuatro ejes: la aplicación del Tratado de Lisboa, el impulso de una mayor coordinación de las políticas económicas para gestionar las estrategias de salida de la crisis, el refuerzo de la Unión como actor político decisivo en la globalización y la promoción de iniciativas que refuercen y garanticen los derechos de los ciudadanos europeos.

Probablemente nadie recuerda que las prioridades de las dos presidencias anteriores, la de la República Checa y la de Suecia, en esencia fueron las mismas. Las tres primeras son común denominador de las agendas de las últimas presidencias. La cuarta prioridad oscila según la coyuntura en que transcurre cada una de las presidencias.

Lo cierto es que los Estados miembros de la UE colaboran en el establecimiento de las prioridades semestrales mientras los asuntos no han sido resueltos. A partir de ahora, la nueva figura del presidente del Consejo asegurará que esta actuación tenga su continuidad.

Otro de los aspectos que más se valoran de una presidencia semestral es el poco o mucho ruido, o el exceso o escaso protagonismo que provocan o detentan los jefes de Gobierno durante su mandato. La presidencia checa fue calificada por muchos analistas como la peor de la historia. Durante la misma se produjeron numerosas incidencias negativas de orden diplomático y hubo cambio de primer ministro a mitad de mandato con dos actitudes diametralmente opuestas. La primera parte estuvo marcada por una actitud extremadamente euroescéptica y arrogante (propia de un país que formó parte de la nueva Europa que apoyó la guerra de Irak) y, una segunda, por el contrario, mucho más serena y pragmática. De la presidencia sueca ya casi nadie se acuerda. æpermil;sa es la mejor señal de una buena presidencia. La presidencia sueca ha sido silenciosa y prudente, valorada como una de las más eficientes de los últimos años.

Y ahora le toca a España. Ha pasado ya un mes y de momento reina cierta mesura a pesar de algún comentario fuera de lugar, como el que, por un exceso de amor al jefe, se anunció como un acontecimiento histórico a nivel planetario la coincidencia en la presidencia de dos dirigentes progresistas (Zapatero y Obama). Ahora ya sabemos que por lo menos los planetas no colisionarán, ya que la Casa Blanca ha comunicado que el presidente norteamericano no contemplaba el encuentro con la UE. Lo más trascendente de esta presidencia es el papel que le corresponde jugar al presidente del Gobierno español para configurar, junto al recientemente nombrado presidente del Consejo Europeo, el marco respectivo de actuación que sirva de precedente para las posteriores presidencias rotatorias. De momento, ambos mandatarios han sabido sortear las dificultades y se ha podido observar una meritoria interpretación y una paulatina definición de las funciones de cada uno sin mostrar ningún tipo de fricción. Con el Tratado de Lisboa la función del presidente rotatorio pierde gran relevancia, es posible que, como señalan algunos analistas, esa relevancia nunca la tuvo, pero en muchos casos se infló para tener mayor visibilidad mediática. De hecho, el tratado ni siquiera menciona el papel del primer ministro y el reglamento interno lo reduce a la poca atractiva posición de miembro del Consejo Europeo que representa al Estado que ejerce la presidencia del Consejo. Como verán se trata de un escenario muy delicado por ser el primero que va a convivir con las nuevas reglas. Si el presidente español consigue que se produzca la consolidación institucional del presidente del Consejo Europeo y de la responsable de la política exterior podremos decir que se ha hecho un gran favor a Europa y tendremos motivos para celebrar el éxito de la presidencia española de la UE.

Agustí Ulied. Profesor del Departamento de Economía de ESADE (URL)

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_