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Columna
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CIT, renacer o bancarrota

Tras un difícil aterrizaje, CIT se deslizó sobre una pista algo movida el pasado domingo. Luchó con entrega para que los acreedores aprobasen su previamente empaquetado plan de bancarrota. Pero la tarea más complicada a la que se debe enfrentar el prestamista estadounidense aún está ahí: convencer al mundo de que tiene sentido que exista más allá del Capítulo 11. Es cierto que la compañía convenció a sus acreedores de que respaldasen su plan de gestión de su reestructuración. Cerca de un 90% de ellos apoyaron la medida, una cifra sorprendente teniendo en cuenta que según algunos analistas los acreedores podrían recibir hasta noventa centavos por dólar.

Parece que los prestamistas temieron que había demasiado riesgo en la liquidación, incluyendo una huida acelerada de clientes. También puede que CIT haya espantado a los prestamistas inseguros al hacerles creer que tan sólo obtendrían seis centavos por dólar.

Pero ahora llega el momento de demostrar la viabilidad del negocio. Y eso parece una tarea hercúlea. Por encima de todo, la marca CIT es ahora sinónimo de bancarrota, algo que no suele atraer capital. E incluso si los clientes apuestan por CIT cuando salga de la bancarrota, resulta complicado ver cómo volverá a financiarse con un modelo de negocio claramente roto.

Incluso GE Capital, el poderoso rival de CIT, está luchando por adaptarse a este nuevo orden mundial. Y, a diferencia de CIT, GE ha sido capaz de avalarse plenamente frente a las garantías financieras gubernamentales y ante su adinerado pariente. CIT ha concluido su complicada navegación en la bancarrota. Convencer a los clientes y prestamistas que necesita para existir más allá de este punto no será un camino de rosas.

Robert Cyran y Rob Cox

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