En búsqueda de la eterna juventud
El día de Navidad de 1984 se produjo un milagro en un pequeño laboratorio de Berkeley (EE UU). Allí, una joven investigadora de 23 años, Carol Greider, ignorando la festividad, concluía un experimento en el que identificaba la enzima telomerasa, una proteína que podría explicar la eterna juventud de las células y, por consiguiente, del ser humano.
Veinticinco años después, una llamada telefónica desde Estocolmo rompe la rutina de Greider. Son apenas las seis de la mañana en Baltimore. "Bien, realmente suelo despertarme un poco antes, así que estaba haciendo la colada cuando me llamaron", reconoce la investigadora a Adam Smith, editor de la Fundación Nobel.
En la llamada, la Academia Sueca informaba a Greider (San Diego, 1961) que acababa de ser galardonada con el Premio Nobel deMedicina 2009, junto a su mentora Elizabeth Blackburn (Tasmania, Australia, 1948), de la Universidad de California, y Jack Szostack (Londres, 1952), de la Escuela de Medicina de Harvard. El galardón era concedido "por el descubrimiento de cómo los cromosomas son protegidos por los telómeros y la enzima telomerasa".
Una década antes del navideño hallazgo de Greider en el laboratorio californiano de Blackburn, ésta y Szostack habían descubierto que los telómeros protegen a los cromosomas de la degradación. æpermil;stos "son los extremos de los cromosomas en las células. Son los parachoques. Son como las puntas de los cordones de los zapatos. Si pierde las puntas, los extremos empiezan a deshilacharse", explicaba gráficamente Blackburn en 2006 a The New York Times. En cada réplica celular este borde se va haciendo más corto, se desgasta, y el cromosoma se hace más inestable. Eso explica el envejecimiento.
La enzima telomerasa tiene como función, precisamente, mantener la longitud de la capucha protectora, el telómero, evitando el envejecimiento celular. Si se consiguiera que esas proteínas protegieran las células, se evitarían algunas enfermedades asociadas a la edad.
"La mayoría de las células suprimen la actividad de la telomerasa tras el nacimiento, pero, por el contrario, muchas células tumorales la reactivan, contribuyendo así a la proliferación de clones malignos", explica el microbiólogo costarricense Julio C. Rivera.
Por lo tanto, su descubrimiento, y la posible desactivación de la enzima pueden ser claves para evitar que las células canposdoctoral en un campo desconocido. "Me había fascinado la telomerasa".
En ese laboratorio todas eran mujeres. "Era un momento muy estimulante", asegura Blasco. Todavía no se había aislado la enzima y la propia científica española aisló uno de sus genes en un ratón. Curiosamente la feminización de esta investigación ha culminado en que Blackburn y Greider engrosen la lista de Nobel deMedicina como la novena y décima premiadas, 52 años después de queGerty Cori fuera la primera condecorada por su trabajo sobre la glucosa.
El solitario hombre de este galardón, de hecho, es también el único que abandonó la investigación de los telómeros y la telomerasa. Ahora Szostack se dedica a explicar cómo se habría originado la evolución biológica en los inicios de la vida en la Tierra.Unas averiguaciones que le podrían colocar en un futuro como candidato a ganar su segundo Nobel.
Blackburn, por su parte, ha conseguido una extraña conquista para un científico. La revista Time la consideró como una de las 100 personas más influyentes en el mundo. Un prestigio no suficiente para la Administración Bush, que tras nombrarla miembro del Comité de Bioética, decidió no renovarla en el cargo por apoyar la investigación con células madre. Típico choque entre religión y ciencia, aunque para algunos la Navidad pueda ser momento para otros milagros.