Más allá de la cumbre
La cumbre del G-20 de Pittsburgh ha dejado tras de sí acuerdos significativos, aunque probablemente no se hayan abordado algunas de las cuestiones más importantes para atajar los problemas más urgentes de la economía mundial ante la crisis. Entre los hechos reseñables, está el reconocimiento explícito (aunque aún limitado) del papel que las economías emergentes juegan y, sobre todo, desempeñarán en un futuro en la economía mundial que se hace también extensivo en el acuerdo para trasladar la potestad para adoptar acuerdos internacionales del G-8 al G-20.
Al margen de estos acuerdos y de las buenas voluntades mostradas en muchos temas, lo que realmente era relevante era abordar el nuevo esquema de regulación y supervisión financiera y los sistemas para la prevención de futuras crisis sistémicas. En este punto se alcanzaron algunos principios de acuerdo que podrían calificarse de buenos comienzos pero que son aún insuficientes.
Complementar la regulación de recursos propios con esquemas para la limitación del endeudamiento en el caso de las entidades bancarias va en la buena dirección en cuanto a lo que a prevención de riesgos se refiere, pero se necesita concretar su alcance. Establecer reglas comunes para la operativa transfronteriza de los grandes conglomerados bancarios es también un buen desiderátum pero concretarlo es una labor que aún queda por hacer y que depende, desgraciada pero ineludiblemente, mucho de la voluntad política.
El reconocimiento de la necesidad de unos niveles de capital y provisiones que puedan suavizar los efectos del ciclo económico en el riesgo crediticio -en línea con lo que se ha hecho en España con las provisiones estadísticas desde el año 2000- es también una cuestión fundamental en la que, sin embargo, se discute aún sobre una amplia gama de posibilidades que pueden conducir a esquemas de prevención bastante heterogéneos en muchos países. Asimismo, se ha puesto un énfasis tal vez excesivo en cuestiones como la remuneración de los directivos bancarios que, sin dejar de ser importante, no constituye el problema más urgente.
Con todo ello, hablar de un "nuevo orden económico internacional" es algo excesivo y, sobre todo, introduce algo de ruido sobre el tema principal de la coordinación en la supervisión financiera y la prevención de crisis sistémicas a escala internacional, asumiéndose que los tímidos principios de acuerdo alcanzados se materializarán a partir de 2012.
En paralelo a la cumbre de Pittsburgh, se estaba celebrando en Chicago una International Banking Conference organizada por el Banco Mundial y la Chicago Fed. En esta reunión, los análisis académicos, supervisores y políticos se cruzaron como afilados cuchillos en un debate que, finalmente, podría calificarse de destrucción creativa.
Varias conclusiones allí alcanzadas pudieran ser útiles para el diseño de la deseada nueva arquitectura financiera internacional y para entender a qué escenario macroeconómico nos enfrentamos en los próximos meses. Por un lado, es poco realista pensar en una cesión completa de poderes a un único supervisor internacional. Pero un esquema coordinado de información podría evitar que cada país siguiera viendo la realidad financiera internacional en una especie de "dos dimensiones" financieras y que, entre todos, de forma coordinada, pudieran divisarse todos los ángulos de potenciales riesgos en las "deseables tres dimensiones", que es como realmente vemos las cosas los humanos.
Asimismo, asumir esquemas de valoración de activos similares es importante, sobre todo para aquellos países que sufren burbujas inmobiliarias como España. Esto es así porque conforme los activos se valoran en los balances bancarios a precios de mercado la distinción entre problemas de liquidez y problemas de solvencia se difumina. Además, como lección general, resulta falaz afirmar que en esta crisis todo es nuevo, cuando se ha demostrado que han concurrido factores históricamente recurrentes. Eso sí, desgraciadamente casi todos a la vez.
En cuanto a la macroeconomía, resultan destacables las previsiones que pudimos saber, primero entre pasillos y después confirmadas públicamente por el consejero de la Reserva Federal, Kevin Warsh, de que no es para nada descartable que los tipos de interés suban antes de lo esperado en Estados Unidos. Aunque la recuperación no sea lineal, se divisa ya la necesidad de controlar el objetivo de inflación a largo plazo.
En Europa el panorama no es distinto. ¿Cogerá este cambio de ritmo a España con el pie cambiado?
Santiago Carbó Valverde. Catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Granada y consultor del Banco de la Reserva Federal de Chicago