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A fondo

Paramnesia inmobiliaria

Las mayores inmobiliarias españolas, las que cotizan en Bolsa, tienen estos días la impresión de estar experimentando algo ya vivido. Una cierta sensación de paramnesia, de falso recuerdo: ¿no cerramos ya la negociación sobre la deuda de la compañía el año pasado, o el anterior? Entonces ¿qué hacemos otra vez aquí sentados con los representantes de los bancos hablando sobre refinanciación?

Colonial, Reyal Urbis y Metrovacesa, las tres mayores inmobiliarias cotizadas españolas, tratan estos días de cerrar acuerdos satisfactorios sobre la refinanciación de su deuda. Ya lo hicieron en 2008 y posiblemente tengan que volver a hacerlo en ejercicios posteriores. Las negociaciones anteriores con la banca acreedora por parte de estas compañías sobre su deuda se cerraron a la espera de que se alcanzaran ciertos ratios de solvencia con el paso de los meses. La crisis financiera internacional y la situación de la economía española y de su sector inmobiliario en particular imposibilitan en muchos casos que las inmobiliarias logren alcanzar los objetivos acordados con la banca.

Colonial, que al cierre del primer semestre de este año mantenía una deuda de 6.399 millones de euros, se comprometió en septiembre de 2008 con Calyon, Eurohypo, Goldman Sachs y The Royal Bank of Scotland a tomar una serie de medidas encaminadas a reducir su endeudamiento. La inmobiliaria ha cumplido la mayoría de las condiciones pactadas, pero no ha podido vender Riofisa, su filial de centros comerciales. Así que el 30 de junio volvió a suscribir un acuerdo de intenciones con los mismos bancos cuya formalización debe alcanzarse durante el último trimestre del año.

Metrovacesa tenía a 30 de junio de este año una deuda total de 6.149 millones. Parte de su pasivo corresponde a un préstamo de 3.209 millones concedidos por 40 bancos liderados por Royal Bank of Scotland. La inmobiliaria española envió una carta a la entidad en diciembre de 2008 solicitando la modificación de "determinadas condiciones financieras" establecidas en el crédito otorgado "ante la probabilidad de que las mismas pudieran ser incumplidas como consecuencia del deterioro de las condiciones económicas en general y de la situación financiera de la compañía en particular". La banca, en febrero de este año, respondió a la petición de Metrovacesa solicitando garantías. A estas alturas ambas partes siguen negociando un acuerdo que depende de la finalización por parte de la empresa española, controlada por seis bancos del país, de un nuevo plan de negocio.

Reyal Urbis ya comunicó con motivo de sus resultados semestrales que negocia, de nuevo, la refinanciación de su deuda que ascendía entonces a 4.881,7 millones de euros.

Las inmobiliarias son conscientes de que levantarse de la mesa de negociación supondría su entrada en concurso de acreedores o el cambio de control de la compañía. Lo ideal sería lograr acuerdos a más largo plazo pero la mayor parte de la banca prefiere mantener, por el momento, una relación distante con el sector.

En los últimos meses "la crisis" carga con la culpa de todos los males, como si se tratara de un ente maligno que ha torcido las perspectivas empresariales de medio mundo. Está claro que en el caso de las inmobiliarias comentadas el cierre del crédito por parte de las entidades financieras ha perjudicado sus proyecciones. Pero el origen de su elevadísima deuda -que a 30 de junio sumaba 17.430 millones, una cifra superior a la ampliación del crédito aprobada por el Gobierno el pasado mes de junio para afrontar el pago de las prestaciones por desempleo- proviene de las operaciones efectuadas por los que eran sus gestores entre los años 2005 y 2007. Entonces Joaquín Rivero compró para Metrovacesa la francesa Gecina por más de 5.000 millones y la familia Sanahuja llevó a cabo fuertes inversiones en Londres; Luis Portillo al frente de Colonial invirtió más de 7.000 millones esos años y Rafael Santamaría adquirió Urbis por 3.317 millones.

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