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Tribuna
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Cajas, pasado y ¿futuro?

No se recuerda otra situación igual. Su mercantilizada obra social les ha creado un batallón de leales y una legión de agraviados. Existe una carrera por ver quién encuentra más defectos al modelo español de cajas. Pero la opinión se debe guarecer bajo la verdad. Y lo cierto es que han sido claves en el desarrollo del sistema financiero. Reventaron un mercado oligopolístico, el de los setenta, e introdujeron una cultura de la competencia que a todos benefició.

Al inicio de los setenta era necesario suavizar el coste social de la crisis pero España carecía de instrumentos de financiación, tanto públicos como privados. Adolfo Suárez y Enrique Fuentes Quintana lo tenían claro. Para la financiación pública, tocaba un mercado de deuda y, mientras tanto, imprimir moneda. ¿Para la privada? Competencia. Moderaría los tipos de interés y abriría el crédito.

Dos razones estimulaban a la banca a mantener una política de tipos altos. La primera, falta de solvencia provocada por las pérdidas de las carteras industriales y la morosidad empresarial; la segunda, costes de estructura claramente ineficientes.

La solvencia se podía solucionar con fusiones, pero eliminaría competencia y generaría tipos flexibles al alza y rígidos a la baja ¿Lo inteligente? Nuevos jugadores. Ese reto se podía enfocar bien abriéndonos a la banca extranjera o impulsando las marginales cajas. Se optó por la segunda opción. En 1977, Fuentes Quintana promueve el Real Decreto 2290/1977, permitiendo que las cajas realicen las mismas operaciones que la banca. A finales de 1978 permite que abran oficinas fuera de su provincia. En 1985 poseen el 34,6% de los recursos ajenos. La naciente clase media se bancariza de la mano de un accesible empleado de caja. Emilio Botín lo ve claro, hay un nicho que ya es segmento, las familias. En 1989, el Santander lanza, con una inflación al 6,8%, una supercuenta al 11%. BBV le responde, en 1990, con el Libretón. Llegan las ollas. Ya existen competidores.

Impulsadas por la bancarización, vieron como sus clientes crecían por millones. Ahí se forjó su personalidad. Amparados por la baja morosidad se protegieron enrocándose en cantidad y no en márgenes. ¿Qué iban a hacer? Mientras la banca se unía para fortalecer su solvencia, ellas lo hacían para reducir costes y costear las tecnologías de la información.

¿El problema? El modelo de márgenes bajos y mucho volumen no funciona con alta morosidad. Las cajas han de abandonar su obsesión por demostrar su existencia y andar el mismo camino que la banca recorrió a finales de los ochenta y principios de los noventa, el de la rentabilidad y la eficiencia.

Venancio Salcines. Presidente de la Escuela de Finanzas y profesor de Mercados Financieros de la Universidad de A Coruña

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