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Tribuna
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Darwin y la selección natural de cajas

Una necesidad de imperiosa metamorfosis se desliza súbitamente sobre nuestro mapa bancario. Con esta sentencia queda sintetizado el baile de fusiones que vamos a presenciar después de la época estival. Previsiblemente en los próximos meses, algunas de las 45 cajas de ahorros que integran el mercado financiero nacional -y que, a su vez, conforman el 50% de nuestro sistema crediticio- van a experimentar un profundo proceso de cambio.

Tras un periodo de cierta parálisis, recobran protagonismo las negociaciones multilaterales que están llevando a cabo a efectos de materializar algún tipo de alianza fructuosa, si pretenden eludir nuevas intervenciones estatales, como ocurrió con Caja Castilla La Mancha hace un par de meses.

La tradicional laxitud exhibida en sus políticas crediticias, insuficientemente diversificadas y fuertemente expuestas al sector inmobiliario, está disparando las tasas de morosidad, intensificando el cumplimiento de provisiones para inversiones de dudoso cobro y agotando las reservas por la acumulación de resultados negativos. Y dadas las dificultades para desinvertir en activos que circunstancialmente resultan muy ilíquidos, configuran una espiral que está impidiendo llevar a cabo los saneamientos necesarios sin aminorar las reservas de capital.

Estas circunstancias adheridas a la falta de liquidez en sus balances y a la insuficiencia de un capital regulatorio que garantice un mínimo nivel de solvencia en momentos como los actuales, obstaculizan gravemente la captación de recursos financieros. De hecho, existen entidades que no alcanzan el límite mínimo de Tier 1 previsto por ley -capital básico, reservas y participaciones preferentes sobre activos ponderados por riesgo-. Al carecer de la figura de propietario, no procede acudir a los mercados en busca de fondos, ni caben ampliaciones de capital, dada la inexistencia de dichos títulos accionariales. Esta falta de capacidad únicamente puede ser reemplazada vía beneficios retenidos, a través de la creación de corporaciones financieras cotizadas o por endeudamiento, por medio de emisión de participaciones preferentes -designadas como cuotas participativas-.

Enmarcada en este contexto de máxima dificultad, la teoría de la evolución darwinista sobrevuela perversamente el equilibrio financiero de nuestro debatido modelo de cajas. Amparándose sobre una de sus premisas, se vislumbra un lógico proceso de transformación y diversificación evolutiva, que anticipa un cambio en el perfil genético de nuestras cajas, circunstancia que, al igual que afirmase Darwin, conllevará la aparición de nuevas especies, la ineludible adaptación a un nuevo escenario y la aparición de novedades evolutivas.

Paralelamente a lo que aconteció en 1978, cuando coexistían 85 entidades, en la actualidad sólo sobrevivirán las entidades más fuertes y dinámicas. Por contra, aquellas que no hayan conseguido reconducir su participación en el sector inmobiliario se verán abocadas a una absorción por parte de otra más saneada, o bien a una intervención directa del Banco de España.

En cualquier caso, la creciente politización de las cajas, que se han convertido en objeto de deseo de políticos y sindicatos, al considerarlas como un instrumento financiero básico para el desempeño de sus fines, puede limitar procesos de fusión interregionales.

Jorge Torres Quilez. Profesor de Economía Financiera de la Universidad de Zaragoza

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