_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El apetito de Sergio Marchionne

Sergio Marchionne no carece de visión, o de fanfarronería. Días antes de que resolviera un acuerdo que le daba una participación del 20% en Chrysler, el presidente ejecutivo de Fiat estaba en Berlín para defender su plan de compra de las operaciones europeas de General Motors. Marchionne tiene que ser elogiado por su ambición. Pero debería ser cauteloso con su apetito.

El presidente ejecutivo de Fiat dijo hace mucho que su compañía, como la mayoría de los otros fabricantes de automóviles, era demasiado pequeña para competir globalmente, y que estaba demasiado lejos del umbral de los 5,5 millones de vehículos anuales que, según él, permite verdaderas economías de escala. La recesión actual le da una oportunidad única para hacer adquisiciones más importantes sin gastar el dinero que en cualquier caso no tiene.

El plan de Opel no carece de cohesión sobre el papel. Fiat logra escalas, presiona a los proveedores con mayores recortes de precios y fabrica sus coches pequeños y de consumo eficiente desde Dusseldorf hasta Detroit.

Pero está lleno de importantes riesgos. Primero, el riesgo alemán. Opel se ha convertido en uno de los asuntos importantes de la campaña electoral alemana, con los dos partidos de la coalición gubernamental luchando entre sí en el asunto del empleo. Fiat ha sido considerada desde hace mucho por los sindicatos de Opel como el peor comprador posible, porque es el más propenso a cerrar factorías y recortar empleos. Marchionne tiene que comprometerse. æpermil;l ya ha dicho que no podría cerrar factorías, y que la base italiana de Fiat comparte los recortes de empleo. Pero las concesiones que tendrá que hacer recortan las posibles sinergias.

Luego está el riesgo de que GM o Chrysler puedan obstaculizar el acuerdo. GM, porque podría temer que la experiencia de su filial europea en coches pequeños y eficientes se canalice de alguna forma hacia Chrysler. Chrysler, porque podría acabar con GM como parte propietaria -cuando convierta su propiedad de Opel en una participación en el futuro gigante europeo conjunto-.

Finalmente, está el riesgo cultural. Opel es a todos los efectos prácticos una compañía alemana. El matrimonio de la cultura gestora de Fiat con la forma de hacer las cosas alemana podría resultar difícil, por no decir algo más. Si se encarga del lío de Opel en plena debacle de Chrysler, Marchionne no sólo se convertirá en un serio acaparador. También tendrá que intentar convertirse en uno de los primeros extranjeros en dirigir un grupo alemán con éxito.

Pierre Briançon

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_