La distorsión del sistema
El mundo se enfrenta a una crisis financiera, no a la crisis del capitalismo. Ya que los manifestantes se juntan estos días en Londres para denunciar el capitalismo, merece la pena recordar que el libre mercado y el libre comercio no tienen la culpa del actual desorden económico. El verdadero culpable ha sido el desfase de las finanzas. Esta distorsión ha funcionado a cuatro niveles.
Primero, ha habido un desequilibrio en el comercio mundial, con grandes excedentes en China conviviendo con déficits en EE UU, Reino Unido y el resto. Esto permitió a los prestatarios anotarse enormes deudas. No fue un fenómeno natural del mercado. Fue al menos en parte el resultado de la decisión de China de mantener el valor del yuan renminbi artificialmente alto.
Segundo, EE UU ha caído en el hábito de rescatar al sistema financiero cuando se encuentra en problemas. Los inversores solían hablar del llamado Greenspan put en referencia al hecho de que siempre se podía confiar en que el antiguo jefe de la Fed inyectara dinero en los mercados a la primera señal de problemas. Esto también distorsionaba el libre mercado. Contribuyó a adormecer el sentido del miedo de los inversores, haciéndoles tomar demasiados riesgos, y añadió a Occidente crédito barato a la liquidez derramada desde Oriente.
Tercero, existía la distorsión inherente a tener instituciones financieras consideradas 'demasiado grandes como para caer'. Los bancos se arriesgaban porque sabían que muy probablemente las autoridades les rescatarían en caso de problemas. El antídoto a tener instituciones 'demasiado grandes como para caer' es o trocearlas en pedazos manejables en caso de bancarrota o regularlas más. Pero, en los últimos años, los bancos hicieron lo contrario: crecieron y se les desreguló.
Cuarto, había planes de incentivos del tipo 'cara yo gano, cruz tu pierdes' para los propios financieros. Si acertaban, se hacían multimillonarios. Si perdían un paquete, los accionistas o, en última instancia, los contribuyentes eran los que pagaban el plato. Algunos culpables han sido capaces incluso de retirarse con grandes bonos y pensiones mejoradas. Esto tampoco es libre mercado. Es más bien una asimetría que convirtió las finanzas en un casino.
Así que los manifestantes del G-20 deberían quejarse de las distorsiones del sistema en vez de en el libre mercado en sí mismo. Y los líderes del G-20 harían bien en corregir dichas distorsiones para que el mundo no deba enfrentarse nunca más a un caos como este.
Por Hugo Dixon