Fusiones de las cajas y bálsamo de Fierabrás
S e lo expresó el gato a Alicia de la manera más directa posible: 'Si no sabes dónde vas, cualquier camino te lleva'. Durante los últimos años, el crecimiento vía fusiones y adquisiciones ha servido para una costura, para un descosido y para un roto. Las fusiones han sido vectores de crecimiento en épocas de excesos, como la fiesta del crédito de los últimos años, pero también imágenes habituales en el paisaje de barbecho de los pasados meses. El sector financiero, automovilístico o más recientemente el farmacéutico han recurrido a las fusiones para sortear las recientes dificultades. La misma receta se ha sugerido para el sector financiero español, en especial para las cajas de ahorros. ¿Qué hay de mimetización de otros ecos y qué de perspicacia en esta propuesta?
En efecto, las fusiones pueden tener sentido tanto en épocas de crecimiento como de recesión. En las primeras, las teorías tradicionales de la empresa predicen un incremento del tamaño eficiente en una industria en crecimiento. En las segundas, la fusión puede resultar el instrumento imprescindible para acometer una necesaria racionalización de costes, para la reestructuración de las actividades (incluso como paso previo para el ahora en boga back to basics) o para obtener una diversificación geográfica de carácter defensivo, inalcanzable mediante el crecimiento orgánico en un mercado en contracción.
Empecemos primero por cuándo resulta la fusión una decisión cuestionable, y los ejemplos más recientes de ello: en épocas de boom, la acumulación de efectivo suele nublar los contornos de las actividades principales, y llevar a las empresas (o a sus gestores) a ensayar arriesgados abordajes hacia sectores poco o nada relacionados con sus habilidades básicas. El más reciente movimiento de ida y vuelta de las compañías constructoras sobre el sector energético es un ejemplo de ello. En épocas depresivas, por su parte, la misma urgencia se extiende por sectores en consolidación, conforme aparece el temor a quedarse sin pareja de baile. La experiencia reciente del sector farmacéutico da muestra de ello.
¿Qué aspectos positivos podría tener en el contexto actual una fusión para las cajas de ahorros? En primer lugar, el reforzamiento de los recursos propios, para lo cual el proceso debería acompañarse de la correspondiente emisión de cuotas participativas. En segundo término, el incremento del músculo financiero, especialmente valioso bajo las disfuncionalidades actuales de los mercados mayoristas. En tercer lugar, permitiría la reestructuración de los balances, dando salida a aquellas partidas (como el crédito a promotores) cuya recuperación resultaría más flexible mediante una gestión profesionalizada y concentrada de las mismas. Por otro lado, la fusión permitiría la diversificación geográfica de las actividades, aliviando la exposición de aquellas entidades más concentradas en las zonas castigadas por el derrumbe de la construcción residencial. Finalmente, las fusiones deberían acompañarse de un intenso esfuerzo de reorganización, que racionalizase las estructuras de las entidades; además, las fusiones incrementarían la cuota de mercado de las cajas integradas, posicionándolas para el próximo ciclo expansivo de la economía española, y permitirían la potenciación de los proyectos de obra social.
Desde el punto de vista agregado del sistema financiero español, la consolidación tendría también sus méritos: ofrecería una solución de mercado a la actual crisis económica y financiera, compatible con la recapitalización o garantía de aquellas entidades con mayores problemas. En el caso de las fusiones entre cajas de distintas Comunidades Autónomas, se produciría también un cambio cualitativo en el sistema, con una notable dilución de la esfera de influencia política sobre las mismas. Finalmente, la consolidación debería permitir un incremento de la eficiencia agregada del sistema.
En definitiva, las fusiones pueden tener sentido en muchos contextos y de muchas maneras. Lo que evidentemente no quiere decir ni que la tengan siempre ni tampoco que la tengan para todo el mundo. La frustrada operación entre Unicaja-CCM es un ejemplo de ello. Seguramente, el principal error ha sido concebirla como el bálsamo de Fierabrás: una pócima que solucionaría al mismo tiempo problemas de liquidez y capital, estrategias de crecimiento y racionalización, dinamización del sistema, etc.
Casi nunca en la teoría existen fórmulas con tal poder curativo. Mucho menos en la práctica. Es conveniente que las fusiones sean el instrumento de mercado ordinario para la reparación del sistema financiero español. Es fundamental también que las futuras operaciones se planteen con una definición más clara y realista de los objetivos, y con una valoración estratégica de los mismos a largo plazo.
Isidoro Tapia. Consultor de Solchaga Recio & Asociados