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Tribuna
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La perversión en las formas de retribución

La utilización masiva de las stock options como sistema de retribución de directivos ha traído, en demasiadas ocasiones, consecuencias muy negativas. Hinchar beneficios en balances, operaciones especulativas o predominio de la búsqueda de beneficios a corto plazo por encima de la consolidación del proyecto empresarial son algunas de las acciones puestas en marcha por algunos para obtener las mejores remuneraciones. Empresas en quiebra, por ejemplo Enron, pero con una alta cotización en Bolsa, han permitido ganar grandes cantidades a sus responsables.

Sobre el papel, el sistema de compensación goza de interesantes virtudes. Trata de combinar la permanencia del directivo a largo plazo con la focalización hacia la creación de valor para la compañía. Sin embargo, no es la primera vez que las buenas ideas son maleadas por la condición humana. La codicia, uno de los pecados capitales enumerados por Santo Tomás de Aquino, subvierte en muchos casos la concepción original de las stock options. Y es que el valor del proyecto empresarial no tiene por qué ser coincidente con el valor coyuntural en Bolsa. La volatilidad del mercado bursátil es una realidad tristemente de actualidad. Lo peor es cuando algunos, a sabiendas, utilizan su creatividad para maquinar complicados mecanismos financieros, llevan a cabo operaciones empresariales de efímero valor económico y, en definitiva, buscan aprovecharse de todo ello en beneficio exclusivamente propio, olvidándose de quién le contrató en su día.

Otra, cuando menos, escabrosa praxis la tenemos en los llamados paracaídas dorados, con los que algunos directivos se dotan en caso de ser despedidos. El blindaje de los contratos tiene como finalidad establecer una mejora de la indemnización legalmente establecida o bien porque directivos han abandonado puestos en otras empresas para afrontar un nuevo reto empresarial en un puesto de máxima responsabilidad, o bien por el alto grado de incertidumbre de su futuro por posibles decisiones del consejo de administración o de la junta de socios. Pero una cosa es esto, lógica y razonable, y otra es establecer indemnizaciones desproporcionadas que incluso pueden favorecer actuaciones y decisiones irresponsables ya que, en última instancia, se despliega el paracaídas, y a otra cosa con los bolsillos llenos.

Parece que algo está cambiando en este sentido. Ya en la presente crisis, directivos de entidades financieras estadounidenses han sido despojados de su dorado paracaídas, saliendo de sus antiguas oficinas simplemente con una caja de cartón en la que llevar sus cosas. Sarkozy ha anunciado hace escasos días que va a preparar un proyecto de ley para limitar los paracaídas dorados y regular las indemnizaciones que reciben algunos directivos de empresas cuando son despedidos.

Qué decir de los simpáticos directivos de la aseguradora AIG, que celebraron su fantástica gestión pateándose 440.000 dólares en un fin de semana a cargo del contribuyente norteamericano, tras la intervención de la compañía por el Gobierno de Bush.

Además de todo lo apuntado anteriormente, se produce otra circunstancia añadida que confiere mayor gravedad, si cabe, a todas estas conductas. El proyecto empresarial que permite que esos directivos se estén lucrando indebidamente no fue fundado por su iniciativa ni capacidad emprendedora. Con su indebido proceder, están despreciando la razón empresarial. La empresa es fruto de la iniciativa y creatividad humana que concibe un proyecto y que decide desarrollarlo. Para ello, la razón empresarial busca un beneficio económico que permita el crecimiento del proyecto pensado y retribuir a sus emprendedores. La empresa precisa de una estrategia para su consolidación a largo plazo y debe producir bienes o servicios útiles para la sociedad ya que, en caso contrario, nadie le comprará nada. ¿Está presente la razón empresarial en todas las conductas antes reseñadas? ¿Tienen presente los directivos quién les está pagando? ¿Olvidan que los socios merecen un respeto? ¿Se acuerdan de los demás stakeholders?

Sería mejor instaurar un sistema que midiera mejor la creación de valor económico real para la empresa, posibilitando la participación de los empleados en los beneficios reales de la empresa, estableciendo remuneraciones por la consecución de objetivos individuales y grupales, premiando objetivos también cualitativos, etcétera. En definitiva, introduciendo sistemas de retribución variable más ceñidos a la realidad económica y evitando armas de doble filo.

Jordi Costa. Profesor de EADA, experto en política retributiva y autor de 'Más allá del vil salario' (Ediciones Granica)

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