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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El BCE quema etapas contra la crisis

Aunque se ha hecho reiterada referencia a la crisis de 1929 en los últimos meses para ilustrar la gravedad de la actual, el público en general y los operadores económicos en particular no se hacen una idea cabal de lo que ocurre. Pocos contemporáneos han visto caídas de los índices de producción, empleo o bursátiles como los de estos meses, en los que además se están corrigiendo buena parte de los paradigmas del capitalismo como consecuencia de una quiebra del sistema financiero y de la expectativa de que la infección pueda generalizarse hasta paralizar la economía.

Las previsiones sobre el comportamiento de la economía en los próximos trimestres y de cuándo aparecerá la luz al final del túnel realizadas hace un mes están obsoletas, porque el vértigo de los acontecimientos las inutiliza de inmediato. Ayer el Banco Central Europeo, que dispone de permanentes antenas de información sobre lo que ocurre en toda la zona euro, corrigió a la baja el desempeño esperado para la economía de la zona. Estima ahora que este año el PIB descenderá hasta un 3% y que prácticamente seguirá en recesión en 2010. Tales augurios son abiertamente más pesimistas que los realizados hasta ahora, y le han llevado a colocar el precio del dinero en el 1,5%, mínimo desde que Fráncfort dirige la política monetaria. En paralelo, el Banco de Inglaterra ha puesto el dinero al 0,5%, también mínimo de los últimos 300 años, lo que da una idea de la magnitud de lo que está pasando.

Por tanto, la gravedad de la crisis ha aconsejado medidas monetarias excepcionales en todas las zonas monetarias, en una carrera por quemar etapas en la búsqueda de una salida, mientras que observa cómo las iniciativas son engullidas por el mercado sin causar el más mínimo efecto de euforia. Más bien al contrario: refuerzan el pesimismo que domina las decisiones de los agentes económicos a todos los niveles. De hecho, el Banco de Inglaterra, como ya ha decidido la Reserva Federal en EE UU, ha puesto en marcha la máquina del dinero, en una especie de expansión cuantitativa que absorba hasta las emisiones de deuda pública o las emisiones de entidades financieras privadas, para estimular la demanda y estabilizar un sistema financiero que coquetea con la insolvencia en muchos países.

El BCE tiene aún algunos cartuchos en el cargador, puesto que los tipos nominales no han llegado al cero. Pero la trampa de la liquidez está ahí: la parálisis de la liquidez sigue intacta porque no han aflorado las miserias de los bancos en todo el mundo todavía. Ese debe ser el empeño de las autoridades monetarias, financieras y políticas: limpiar los activos tóxicos cuanto antes para recomponer la confianza, restablecer el flujo de liquidez y crédito, y generar el sosiego que se precisa para que los agentes económicos, desde el consumidor a los responsables de la política monetaria, expulsen el miedo y retomen la iniciativa del consumo y la inversión.

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