El nuevo filón de la deuda corporativa
2009 será el año en el que por fin la renta fija privada despega como una de las oportunidades más atractivas de inversión.
Con la caída en picado de los tipos de interés de la deuda pública y las Bolsas coqueteando otra vez con los mínimos, los expertos consideran que este año una de las oportunidades más claras para obtener jugosas rentabilidades es invertir en renta fija privada. 'La deuda corporativa fue la primera en reflejar la crisis hace ya un año y medio y está siendo la primera en recuperarse. Los diferenciales están en unos niveles máximos, sin precedentes, por una cuestión de iliquidez del mercado. Pero, cuando se recupere la normalidad y se estrechen los márgenes, será un objetivo interesante de inversión', comenta Michael Charlton, de Santander Asset Management. Sus rendimientos, resultado del índice al que esté referenciada la emisión más el diferencial que paga la compañía para conseguir vender los títulos, ronda ahora en muchos casos el 7%. Un gancho que ya no ofrecen ni siquiera los depósitos bancarios, hasta el pasado año el producto estrella entre los ahorradores.
Los gestores explican que, tras la quiebra de Lehman Brothers a mediados de septiembre, ha habido un cambio de actitud de los Gobiernos, que mantienen entre sus prioridades que las compañías cumplan a toda costa con sus obligaciones de pago. Este mensaje ha conseguido tranquilizar los ánimos en los mercados y abrir la puerta a las primeras emisiones en el primario en muchos meses, al existir la sensación de que los Estados no van a permitir que se produzca una cadena de quiebras. En el caso de las emisiones de entidades financieras, éstas contarán en la mayoría de los casos, además, con el aval de sus respectivos Gobiernos, un salvoconducto que les otorga el mismo grado de seguridad que a los bonos públicos.
En opinión de Jordi Padilla, de Banco Popular, también juega a favor que se espera un cambio de actitud por parte de los responsables de las compañías. 'En épocas expansivas, el beneficio se dedica a compras, a aumentar el dividendo. En 2006, por ejemplo, tener un rating triple A (el máximo en el escalafón otorgado por las agencias de riesgo) o triple B no suponía un coste financiero importante, pero ahora implica poder emitir deuda o no', explica. Añade que esta situación suele inclinar a las empresas a destinar sus recursos a fortalecer sus balances y, en definitiva, cuidar más los intereses de los tenedores de bonos y dejar en un segundo plano a los accionistas.
Otro argumento que aluden los expertos para defender el atractivo de la renta fija privada es que se va a producir un proceso de desapalancamiento, es decir, que las compañías irán progresivamente reduciendo su volumen de deuda. Ello propiciará que la oferta de bonos siga creciendo.
Para el inversor particular, el vehículo más adecuado para entrar en deuda corporativa es a través de un fondo de inversión, bien que sea de renta fija puro o que tenga un importante peso de este tipo de deuda en su cartera. Aunque, al igual que la renta fija pública, también se negocian en el mercado secundario.
Los gestores, no obstante, advierten que hay que ser muy selectivos en las compras, ya que el riesgo de que esta crisis provoque más bancarrotas es aún elevado. Por ello, recomiendan elegir empresas cuya calificación esté por encima del denominado grado de inversión (BBB-) y evitar los bonos de alto rendimiento (high yield, en su terminología en inglés). Estos últimos ofrecen unas rentabilidades superiores, pero se trata de un segmento en el que el riesgo de quiebras está latente.
En Santander Asset Management apuestan 'por los sectores defensivos, como la deuda senior de bancos de primera calidad', y empresas no cíclicas (eléctricas, telecos...). Jordi Padilla asegura que la tendencia actual es a aumentar el peso de la deuda corporativa en las carteras. 'En un fondo mixto, con un 65% en renta fija, destinaría el 25% a renta fija privada investment grade'. Renta 4, por su parte, también confía en fondos de deuda corporativa europea que invierta en bonos de empresas con grado de inversión y con una duración no superior a los cinco años. 'Descartamos en el corto plazo, la inversión en bonos high yield y de países emergentes', añade la firma. En general, explican en Abante, las carteras se centran en deuda europea para eliminar el efecto del tipo de cambio y están muy diversificadas para reducir el peligro de quiebras. Por sectores, tres son los claros favoritos: bancos, telecos y utilities.
Rentabilidades y 'spreads' en máximos
Aprovechar el momento. Es la recomendación unánime de los gestores, que consideran que los inversores deben entrar en renta fija privada antes de que los tipos de interés oficiales toquen mínimos -en Europa ya están en el 2% y se prevén nuevos recortes durante los próximos meses- y las emisiones reduzcan los spreads actuales. Los diferenciales que pide el mercado se sitúan en estos momentos en una amplia brecha, que va desde los 200 puntos básicos hasta los 500 puntos básicos. Una prima que antes del estallido de la crisis apenas superaba los 10 puntos básicos. Este sobrecoste que están asumiendo las empresas para poder colocar sus títulos en el mercado da como resultado una rentabilidad muy atractiva. Iberdrola, por ejemplo, ha emitido recientemente bonos a tres años al 4,5% y bonos a siete años al 6,25%. BBVA, por su parte, ha lanzado una emisión a cinco años con un rendimiento del 4,87%.'A medida que la situación económica mejore, los spreads de los bonos corporativos se reducirán debido a los niveles excesivos que se encuentran en estos momentos. Además, las progresivas bajadas de tipos que se descuentan para los próximos meses en Europa favorecerán a estos fondos (los de renta fija privada), que junto a la reducción de spreads, obtendrán rentabilidades gracias a la reducción de tipos', señalan en Renta 4.Los expertos además afirman que, aunque todavía existe un elevado riesgo de que algunas compañías vayan a la quiebra, esta posibilidad es ahora mucho más reducida de lo que está descontando el mercado. 'Los índices reflejan que entre un 20% y un 25% de las empresas quebrarán en un periodo de cinco años', explican.