Deseos para el año nuevo
Todo el mundo parece estar de acuerdo en que el año 2009 será peor que 2008 y con esta expectativa generalizada es difícil hacer brindis por que ocurran cosas buenas con un cierto grado de credibilidad. También parece haber acuerdo sobre el diagnóstico de la crisis y se han enunciado medidas imprescindibles, necesarias y aconsejables para salir de la situación actual y no volver a cometer los mismos errores. Sin embargo, no hay acuerdo en las medidas concretas y, sobre todo, existe una gran divergencia entre los enunciados que hacen los organismos internacionales y lo que aplican los políticos en sus países. Con estas premisas, ahí van cinco deseos.
El primer deseo para 2009 es que los políticos sean capaces de ver y convencer a los ciudadanos de sus países, que son los que les votan y a los cuales deben presentar resultados, de que la prosperidad de las naciones depende del resultado colectivo. Hasta la fecha hemos asistido a propuestas muy acertadas de organismos internacionales como el Foro de Estabilidad Financiera, el FMI, el G-20, etcétera. Las medidas enunciadas son lógicas y necesarias. De hecho parece que no ha habido muchos problemas en su acuerdo por parte de los países participantes. Sin embargo, se asiste con cierta perplejidad a que, a pesar de todo, los políticos no las aplican, o las aplican a medias, cuando llegan a sus países. Esto parece reflejar una cierta inseguridad política, porque tampoco esta falta de aplicación va acompañada de ningún debate profundo sobre las medidas que lo explique.
Es evidente que las circunstancias actuales son muy extraordinarias y que existe gran incertidumbre sobre las predicciones y, obviamente, sobre las medidas económicas. Sin embargo, esto no debe ser un impedimento para la acción, da la impresión por miedo a equivocarse, porque lo que es seguro es que el paso del tiempo por sí mismo no arreglará nada y la inacción agravará la depresión económica. La actuación clara, lógica y firme de los políticos aplicando las medidas acordadas internacionalmente será de ayuda para devolver la confianza a la gente, que es una de las características de la crisis actual.
El segundo deseo es que se aplique de verdad todo lo que se ha reconocido como necesario. Muchas medidas han sido de urgencia para evitar el colapso de entidades concretas y la paralización del funcionamiento del sistema financiero. Otras medidas tienen como finalidad la reactivación de la economía; es decir, ejercer una influencia contracíclica en el momento actual de desaceleración o contracción del gasto y de la producción.
Pero todos los análisis sobre las causas de la crisis subprime-financiera llevaban propuestas de medidas para corregir los defectos que se habían puesto de manifiesto. Esas medidas son de naturaleza estructural y ello implica que llevará tiempo aplicarlas y que, seguramente, implicarán cambios en el statu quo de ciertos sectores y entidades. Es decir, no se deben olvidar las propuestas para regular las agencias de rating, los vehículos de inversión, estandarizar productos estructurados, promover cámaras de compensación y liquidación para derivados OTC, mejorar la capacidad de control de los accionistas sobre las remuneraciones y los incentivos para tomar riesgo de los directivos, etcétera. Estas políticas no serán fáciles de aplicar y con toda seguridad conllevarán cambios en el sistema financiero, modificando el estilo de las finanzas, eliminando ciertas prácticas y reduciendo el número de instituciones.
El tercer deseo es que Europa avance en integración. En la mente de todos están los últimos desacuerdos. A pesar de ello, siguen existiendo planes de cooperación y de coordinación y hay que resaltar el papel que están haciendo los organismos financieros europeos. Sin embargo, existe un peligro en que la cooperación se prefiera a la integración y que no se hagan esfuerzos en este sentido. El deseo es que el peso de Europa en el mundo se afiance más que el peso de cualquiera de los países que la integran y que éstos sean capaces de reconocer la voz europea como la suya.
El cuarto deseo es que los países emergentes, que han participado de la prosperidad del auge financiero del último ciclo, se incorporen a la búsqueda y aplicación de las soluciones necesarias. China, India y Arabia Saudí deben formar parte de los esfuerzos internacionales de proponer medidas y deben tener protagonismo a la hora de anunciar públicamente las políticas tomadas para resolver sus problemas. Los planes de estabilidad y ajuste también se deben aplicar a los demás países emergentes, tanto de América Latina como de este de Europa y como del sudeste asiático.
Por último, el quinto deseo, debe ser, en realidad, el primero. Es el tradicional 'que haya paz en el mundo'. Las guerras no resuelven nada, aplazan odios y echan por tierra los logros sociales, políticos y económicos.
Nieves García-Santos. Economista