El fin es recuperar la confianza
El Gobierno de Bush, en plena interinidad, acaba de anunciar un segundo plan de reactivación financiera. En este caso las medidas van dirigidas directamente a fomentar los créditos para las familias y las empresas. Henry Paulson, el secretario en funciones del Tesoro de EE UU, cuantificó en 616.279 millones de euros lo que se destinará a préstamos de consumo e hipotecarios. El cambio de rumbo es el adecuado. Aunque sostener a los bancos es imprescindible para evitar una quiebra sistémica, el apoyo al sector se justifica por el papel que juega en el engranaje económico. Y se ha demostrado que, a pesar de los múltiples planes de rescate de las entidades financieras, este rol no se ha recuperado y éstos no están trasladando el dinero público a las familias y las empresas.
Estados Unidos no ha sido ni el único ni el primero en variar la estrategia. El premier británico, Gordon Brown -que ha sido precursor en las medidas que se han ido adoptando en estos meses-, aprobó el domingo una rebaja del IVA de 2,5 puntos desde el 1 de diciembre, que pondrá en manos de los ciudadanos y las empresas inglesas casi 24.000 millones de euros. El Gobierno chino hizo lo propio hace tan sólo unas semanas con un plan multimillonario también con el fin de inyectar fondos a sus ciudadanos e incentivar el consumo.
El Ejecutivo español, aunque de forma más tímida y deslavazada, ha tomado medidas para inyectar fondos a los ciudadanos y las empresas. Entre las más eficaces está la decisión de que el ICO financie a las pymes sus operaciones de circulante, medida que debería entrar ya en vigor. Mañana presentará un nuevo paquete. Se trata de un gran esfuerzo colectivo, que supondrá incurrir en un déficit fiscal notable y que ya este año alcanzará el 3% del PIB.
Pero antes le toca el turno a la UE, que hoy explicará su programa conjunto, que ascenderá a unos 130.000 millones de euros. Las disensiones mostradas los últimos días entre las principales capitales -París, Berlín y Londres, principalmente- parecen haberse superado con un ajuste en el desembolso más acorde con las posiciones alemanas. Además, la propia irrupción de la recesión aporta, con sus propias correcciones, una notable cantidad de recursos para los agentes privados que en buena lógica debe suponer un impulso a la demanda interna. En el caso de España la caída del precio del petróleo y las rebajas de tipos de interés aprobadas por los bancos centrales pueden aportar cerca de 20.000 millones de euros a lo largo de todo un año: tres veces los 6.000 millones que aporta una medida como la rebaja de los 400 euros en la retención del IRPF.
Pero todas las ayudas públicas no serán suficientes si no se consigue recuperar la confianza de la ciudadanía, que vive envuelta en una expectativa de pesimismo creciente. Si no regresa el optimismo, no se rescatará el consumo por muchos créditos que se oferten a las familias. Y, sin consumo, la inversión estará huera y no tendrá efectos sobre el empleo, la variable más sensible por su componente social. No es fácil recuperar la confianza. Pero la actuación concertada en todas las zonas del globo debe tener un efecto multiplicador que la recomponga paulatinamente.