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Tribuna
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En la dirección adecuada

Entre esperanzados y escépticos se muestran los tres columnistas sobre la cumbre de Washington del pasado fin de semana. Esperanzados por las reformas financieras que se vislumbran y las medidas ante la crisis, y escépticos sobre si esas reformas serán profundas

El sábado se reunió en Washington el G-20 ampliado para intentar dar una respuesta a la actual crisis económica y financiera, dándose un paso transcendental dentro del proceso de reflexión que se inició hace diez años como respuesta a la crisis asiática, de la que surgió la creación del G-20, la constitución del Foro de Estabilidad Financiera (FSE, entidad encargada de la estabilidad financiera internacional) y la reforma del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Cabe destacar, en primer lugar, el acierto del foro elegido para realizar esta cumbre, dado que el G-20 incluye no sólo países desarrollados, sino también emergentes, que representan cerca del 90% del PIB mundial, el 80% del comercio internacional y el 66% de la población del planeta. Se reconoce así que sólo de forma coordinada y contando con los principales actores se puede dar una respuesta adecuada a los problemas de una economía globalizada y de unos mercados financieros integrados.

Las medidas adoptadas pueden clasificarse en dos categorías: estímulo coordinado de la economía mundial y reforma de los mercados financieros. Tanto en uno como en otro caso, se establecen claramente dos horizontes temporales para la implementación de las mediadas: a corto plazo (antes del 31 de marzo de 2009) y a medio plazo, lo que dota de una mayor credibilidad a dichas medidas.

En cuanto a las medidas contra la recesión, se acordó más incentivos públicos, mucho más ambiciosos que los desarrollados hasta la fecha, para reactivar la economía mundial y recuperar la confianza de inversores, empresas y consumidores, tanto mediante políticas coordinadas de estímulos fiscales y rebajas de impuestos como mediante estímulos monetarios.

Respecto a la reforma de los mercados, se ha dado un primer paso para el sistema financiero mundial adoptando medidas para mejorar su transparencia y la gestión de riesgos, mediante mejores mecanismos de regulación y supervisión y una mayor armonización de las reglas de contabilidad y capitalización de los bancos. Asimismo, se abrió el debate sobre el papel futuro de los principales organismos internacionales (FMI, FSE y Banco Mundial), dando mayor peso de los emergentes (Brasil, Rusia, India y China) en el nuevo orden económico mundial, de forma que se aumente su legitimidad y credibilidad.

Por último, se lanzó un mensaje claro contra el proteccionismo y a favor de la liberalización comercial, no cayendo en la tentación, especialmente presente en épocas de recesión, de establecer barreras comerciales. En particular, se insta a alcanzar un acuerdo para cerrar la ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio (OMC) antes de fin de año.

Así pues, y respondiendo en gran medida a las expectativas que había suscitado, esta cumbre ha significado un paso importante en el fortalecimiento de la arquitectura financiera internacional, del diálogo y de la coordinación de las políticas nacionales. Sin embargo, cabe esperar que en futuras cumbres se acepte la propuesta europea de dotar al FMI de un mayor protagonismo, estableciéndolo como pieza central de una nueva arquitectura financiera más eficaz e incluyente, mediante una mejor articulación de los trabajos del FMI y del FSE, para prevenir crisis financieras y extender la competencia del FMI al conjunto de cuentas de capital, convirtiéndolo en un auténtico supervisor y garante del buen funcionamiento financiero.

La Unión Europea (UE) puede dar ejemplo, reforzando coordinadamente entre sus Estados miembros los procesos de transparencia, coordinación y prevención en los mercados financieros, introduciendo códigos adecuados de conducta y de buenas prácticas, sometiendo todos los segmentos de mercado, territorios e instituciones a la regulación y la supervisión nacional y supranacional, al tiempo que se establece una mayor y más estricta vigilancia para las agencias de calificación, garantizando que funcionen de forma independiente y evitando conflictos de intereses cuando actúan como juez y parte cobrando de las entidades a las que evalúan. Así, además de dotarse de un verdadero mercado financiero europeo, la UE puede propiciar los necesarios cambios regulatorios que quedan por adoptar en los foros especializados que se prevé tengan lugar para desarrollar las medidas de medio plazo anunciadas en esta cumbre.

Por otra parte, la UE debe colaborar activamente a la consecución de un resultado ambicioso y equilibrado de Doha, para lo que sería necesario revisar su política agrícola.

Simón Sosvilla. Profesor de Análisis Económico en la Universidad Complutense de Madrid

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