Reunión de crisis o Bretton Woods
Pasé el fin de semana en la capital estadounidense. No asistí a la reunión pero pude observar indirectamente la importancia del evento. Los atascos continuos del viernes son prueba de ello. Las manifestaciones de grupos altermundistas en frente de la Casa Blanca el sábado a mediodía también.
El día en el que los mandatarios de los países componentes del G-20 más España y Holanda se reunieron en el National Building Museum fue un día de tiempo irregular en el que una tormenta inoportuna, inesperada y repentina azotó a los que como yo caminaban por las inmediaciones del Memorial de Abraham Lincoln, un presidente que mereció el tributo de un Memorial, al contrario que el saliente George W. Bush que con urgencia y falta de legitimidad convocó a trancas y barrancas una reunión urgente.
Las conclusiones de la reunión son claras, el mensaje sin embargo es incierto y quizás falto de contenido. El semanario británico The Economist destaca que la cumbre de Bretton Woods en 1944 requirió dos años de trabajo, mientras que la cumbre de Washington del 15 de noviembre ha requerido tan sólo de varias semanas de trabajo frenético. The Economist destaca asímismo que la cumbre pretende definir tres ejes de actuación: limitación de la presente crisis, redefinición de la actual regulación financiera, y gestión de la crisis macroecónomica global que apunta a una recesión inminente. Financial Times menciona el informe de cinco páginas resultado de la cumbre que incorpora actuaciones que incluyen una mayor supervisión bancaria y de las agencias de crédito y una regulación más férrea de productos financieros como los derivados de crédito. El Wall Street Journal asevera que el G-20 concluye su cumbre con promesas que incluyen la implementación de políticas fiscales y monetarias apropiadas, y añade que tras seis horas de reunión el grupo decidió relegar las decisiones importantes para cumbres venideras.
George W. Bush continúo empecinado en dar prioridad al crecimiento a través del capitalismo de libre mercado ejemplificado por la única superpotencia que causó la presente crisis por su falta de aversión al riesgo, por su infravalorada medición del riesgo y una gestión del riesgo inexistente, un contexto dominado por la avaricia del participante en la cadena de valor del crédito. Barack Obama es susceptible de cambiar el mensaje del presidente saliente e incorporar variables olvidadas por los organismos reguladores.
Es difícil anticipar si la reunión internacional de Washington supone un Bretton Woods II. Es difícil saber si de esta cumbre surgirá un nuevo consenso que sustituya al denominado consenso de Washington. cumbres venideras lideradas por Obama definirán ese nuevo orden financiero internacional. Recuerden que Bretton Woods supuso la creación del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, pero también el arranque del Plan Marshall para Europa y de instituciones como la Comunidad Europea del Carbón y el Acero que a posteriori se convertiría en la UE. Los grandes cambios de la década de 1940 solventaron los grandes problemas del momento, reconstruyeron y unificaron Europa, relanzaron la economía global y recuperaron el comercio, tras los años de la Gran Depresión.
Gordon Brown no es el Winston Churchill del siglo veintiuno ni George W. Bush es el Franklin Roosevelt. Falta un gran economista como John Maynard Keynes, un gran diplomático como George Kennan y un visionario como Jean Monnet. No conseguí identificar los Churchill, Roosevelt, Keynes, Kennan o Monnet del siglo veintiuno. Deben surgir para dinamizar la dirección ideológica de ese nuevo y anhelado paradigma, que permita consensuar el papel de las nuevas instituciones y redefinir la misión de un Banco Mundial, un FMI, unas Naciones Unidas y una Organización Mundial del Comercio que perdieron de vista los objetivos que otros marcaron en los prolegómenos de su fundación en tiempos de un contexto que no se volverá a repetir.
Los tiempos que vivimos se parecen más a la antesala de la Gran Depresión en 1929 que al último año de la Segunda Guerra Mundial en 1944. Querer vaticinar una reedición de Bretton Woods sin cambios radicales en el devenir de nuestra realidad económico-financiera es iluso y únicamente engorda el ego de nuestros máximos mandatarios. Llegan tiempos de ralentización global y crisis económica de dimensiones complejas para los que no hay solución fácil o antídoto secreto. Llegan tiempos de corrección de los excesos del pasado, que requerirán de mayor dinamismo y atrevimiento, de mayor valentía y decisión. Si mantenemos la ortodoxia neoliberal y el cortoplacismo del libre mercado, si nos empecinamos en recorrer los caminos de siempre sin explorar alternativas, si utilizamos las herramientas habituales que demostraron no funcionar en tiempos de crisis pasadas, no seremos capaces de subir un peldaño necesario en la redefinición necesaria del capitalismo y las estructuras que lo conforman, en la redefinición necesaria del comercio justo. No fue un segundo Bretton Woods. Fue una reunión de conveniencia planteada por un presidente saliente deseoso de pasar a la historia como el Franklin Roosevelt de su generación, incapaz de explorar las avenidas del futuro, reacio a comenzar a escribir hoy la historia del mañana.
Jaime Pozuelo-Monfort. Máster en Ingeniería Financiera por la Universidad de California-Berkeley y en Desarrollo Económico por la London School of Economics