Oportunidades y riesgos en la China postolímpica
Una vez apagadas las últimas luces de la fiesta, los inversores pueden preguntarse hacia dónde se encamina la economía china en el futuro inmediato, marcado por la crisis económica global. A su favor cuenta con unos registros de crecimiento a prueba de ciclos durante los últimos treinta años: desde que Deng Xiao Ping abriese la economía al mundo y al capital, el alza media del producto interior bruto ha superado el 10%. El último dato disponible, del segundo trimestre de este año, sitúa el crecimiento en un más que vigoroso 10,1%.
El año pasado, China se situó entre los tres primeros países en esa variable, igual que en exportaciones, importaciones, atracción inversora y reservas de divisas. Desde la entrada en la Organización Mundial del Comercio, en 2001, el país está inmerso en una progresiva convergencia regulatoria con el resto de potencias mundiales. La clase media y alta alcanzará este año los 180 millones de personas, un porcentaje aún pequeño sobre la población total, pero una cifra muy notable en términos absolutos.
Sin embargo, no todo son parabienes. China se encuentra en una situación compleja desde el punto de vista medioambiental, con una fuerte contaminación en las ciudades y problemas de escasez de agua. Igualmente, la creciente desigualdad entre los niveles de vida del campo y la ciudad amenaza con agravar las tensiones sociales. El Partido Comunista ha mostrado su preocupación por estos aspectos, que tendrán prioridad en el nuevo plan quinquenal.
El Gobierno comunista prepara un giro de política económica que ponga el foco en el consumo y menos en la exportación
Sin embargo, la Embajada de España en China advierte a los potenciales inversores que tengan en cuenta varios aspectos, como fragmentación del mercado, fuerte competencia internacional e interna, insuficiencias logísticas o riesgos sobre la propiedad intelectual. Todas estas circunstancias son intrínsecas al peculiar sistema económico chino, y a la inconclusa adaptación a los estándares occidentales.
Pero la coyuntura mundial siembra nuevas dudas, como hasta qué punto sufrirá China las consecuencias de la crisis financiera. El impacto indirecto vendrá dado por la moderación de las exportaciones hacia sus dos principales mercados, EE UU y la UE, inmersos en el borde de la recesión y menos proclives, por tanto, a comprar del exterior. Pero no se debe pasar por alto el probable impacto directo: China lleva años en el número uno de la lista de reservas de divisas mundiales, y lo ha logrado fundamentalmente con activos denominados en dólares estadounidenses. Parece evidente que una parte de esos activos, originados en EE UU, estará contaminada con un fuerte riesgo de impago, tal y como está sucediendo al otro lado del Océano Pacífico.
Las circunstancias económicas internas también están cambiando: China, la que ha sido calificada como fábrica del mundo, empieza a no ser tan barata como solía. El giro hacia el consumo que están dando las autoridades a la economía, unido al creciente poder adquisitivo de buena parte de su ingente población, están haciendo que el país asiático reposicione su papel en la economía global.
Eduardo Morcillo, director de InterChina Consulting para España, cree que la estructura del PIB está cambiando respecto a la observada en los últimos tres decenios: 'Hasta 2020, vamos a ver una importancia creciente del consumo interno, que se convertirá en el principal protagonista de la actividad. Le seguirá la inversión pública, quedando en un tercer lugar el saldo exterior'.
La apuesta del Partido Comunista Chino por lograr una 'sociedad armoniosa' conlleva el estímulo del gasto y la reducción de una tasa de ahorro, que ha alcanzado el 65% de la renta disponible. 'Ya el año pasado hubo un aumento de los salarios cercano al 15%, como medida para estimular el consumo', explica Morcillo. 'Además, Pekín está elevando los impuestos para financiar inversiones en sanidad, educación y seguridad social, de modo que el ahorro como previsión vaya perdiendo atractivo'.
Además del papel más limitado de las exportaciones en general, Morcillo considera que la especialización de China en el bajo coste tiene los años contados: 'La posición del país cambiará en los próximos cinco años hacia una producción de mayor valor añadido que la realizada hasta ahora. Eso supone una amenaza para la industria española, especializada en productos de gama media'. A su juicio, el giro económico sí favorecerá a España en cuanto a su papel en China, dado que el país cuenta con empresas punteras en infraestructuras, energía o telecomunicaciones.
Una noticia positiva, porque es bien sabido que las relaciones inversoras de España con China tienen margen de mejora: las 592 empresas que actuaban allí el año pasado representaban un porcentaje ínfimo sobre el millón de firmas extranjeras.
Visita empresarial
El Gobierno español espera que los dos planes de desarrollo de mercado chino, valorados en algo más de 1.000 millones de euros, contribuyan a ese salto. En ese marco se situó la visita a Pekín y Shanghai del año pasado por parte de decenas de empresarios españoles junto a los príncipes de Asturias. En sentido inverso las relaciones también se intensifican, como demuestra la celebración de un foro entre España y Hong Kong en Madrid el próximo 28 de octubre. Charles Ng, presidente de Invest in Hong Kong, destaca la centralidad de esa región administrativa especial, de la que 'la mitad de la población mundial vive a menos de cinco horas de vuelo'.
En Interchina Consulting creen que la inversión española en China puede duplicarse este año, hasta alcanzar los 520 millones de euros. Esa inyección representaría poco menos de la mitad del stock acumulado en los últimos 15 años, que asciende a 1.300 millones de euros. Morcillo explica que el conjunto de proyectos con estudios de viabilidad avanzados hace pensar que en los próximos tres o cinco años se pueden acumular 2.500 millones de euros más en inversión española. La toma de posiciones continúa, aunque quien quiera tomar parte deberá tener en cuenta la situación económica y las particularidades de un mercado que, pese a su volumen, todavía puede calificarse de naciente.