Barclays abandona la puja por Lehman
El británico Barclays, el banco que más interés había mostrado por comprar Lehman se retiró ayer de la puja por esta entidad, un proceso en el que previamente se había enfriado el interés de Bank of America. Aunque Barclays podría volver a las negociaciones, la situación de Lehman es crítica y la Reserva Federal busca desesperadamente alternativas.
Barclays no ha podido asegurarse ayuda financiera del Gobierno de EE UU, ni cuenta con un plan para reducir el impacto negativo que puedan tener sobre sus cuentas los activos que más pesan en el balance de Lehman Brothers. Por esa razón y porque Barclays necesita el voto de los accionistas para cerrar una transacción así, ayer -primeras horas de la noche en Europa-, comunicó su retirada de la negociación para adquirir todo o parte del banco de inversión estadounidense.
El paso atrás de la entidad británica deja a Lehman sin candidatos aparentes para su venta ya que, durante este fin de semana, también se ha enfriado el interés de Bank of America al hacerse evidente que no iba a haber ayudas públicas para la operación. De esta forma, el escenario actual podría pasar por la liquidación ordenada del banco.
Lehman ya tiene contratada una firma de abogados, especialista en quiebras. Ayer, la asociación Internacional de derivados y swaps (ISDA) celebró una sesión de dos horas para preparar una jornada en caso de que Lehman instara su quiebra antes de la media noche de ayer (madrugada en Europa). Sus planes eran contingentes y si no había suspensión de pagos no se ejecutarían.
La venta de Lehman se ha planteado a contrarreloj en menos de cuatro días, un tiempo insuficiente para hacer una due dilligence en una firma que ha cerrado su tercer trimestre con los peores resultados de su historia y con una cartera de activos inmobiliarios comerciales que es el lastre que más ha pesado sobre su cotización. En lo que va de año, Lehman se ha dejado el 94% de su capitalización.
La Reserva Federal, el Tesoro y la SEC han movido los hilos para facilitar una transacción antes de hoy, que pudiera estabilizar los mercados financieros, pero también han dejado claro que no habría más ayuda financiera para el rescate de ninguna firma de Wall Street.
El hecho de que Barclays o Bank of America no pudieran tener el mismo trato que tuvo JP Morgan cuando compró a Bear Stearns ha sido un punto de controversia desde el inicio de las breves negociaciones. En el caso de Bear la Fed asumió en marzo 29.000 millones de dólares del riesgo de la entidad para que JP Morgan la comprara.
Lo que ha intentado la Fed durante unas reuniones maratonianas con los responsables de la banca de inversión en EE UU desde el viernes y hasta el domingo es que fuera el sector privado el que esta vez adoptara su papel en la crisis como lo hizo hace 10 años cuando hubo que amortiguar el colapso del hedge fund Long Term Capital Management (LTCM).
El plan de la Fed pasaba por dividir Lehman en dos entidades, una con activos viables, y otra con los 'tóxicos', es decir, en un banco bueno y otro malo. La idea de la Fed es que la banca de inversión inyectara fondos en el banco malo mientras el bueno se vendería al mejor postor. El problema es que el resto de la banca no está en la misma situación que cuando el LTCM y muchas entidades han ampliado capital por esta incierta situación. Las reuniones continuaban ayer. Para la Fed la situación es crítica porque la crisis de Lehman puede poner contra las cuerdas hoy al mercado de derivados, lo que añadirá más presión sobre firmas muy castigadas como AIG y Merrill Lynch.
Greenspan: 'De lejos, la peor crisis'
Dice Alan Greenspan que esta es 'de lejos' la peor crisis que ha visto. 'Es, probablemente, un evento único en un siglo'. Esas fueron sus declaraciones ayer al periodista de la cadena ABC George Stephanopoulos, ex asesor de Bill Clinton.Greenspan dijo que en el caso de Lehman el Gobierno hace frente a decisiones duras y que habrá más instituciones financieras en peligro. El ex presidente de la Fed mostró ayer su rostro más pesimista desde que se retiró de su puesto en 2006. Su opinión llega cuando ya se han vertido públicamente y sin complejos críticas severas sobre su gestión al frente de la autoridad monetaria, especialmente en los últimos de los 18 años de su mandato, cuando animó el riesgo crediticio con tipos bajos y observó el deterioro de las prácticas hipotecarias en la banca.