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Ciudades del mundo

La hora de Pekín

La capital de China aprovecha los Juegos para mostrar al mundo el nuevo rostro del país.

Pekín
PekínCarlos Pascual

El despegue económico de Shanghai fue el aperitivo. Ahora le toca a la antigua Pekín, menos poblada (sólo 12,8 millones, frente a los casi 18 de Shanghai) y a la que le ha cambiado hasta el nombre. A estas alturas, estamos hartos de verlo en la tele y leerlo en los periódicos; en el Olympic Green han trabajado sin cortapisas los mejores arquitectos del mundo (el nido o estadio olímpico de Herzog & Meuron, el Centro Acuático en forma de burbujas, el centro para prensa de Koolhaus, la Torre de la Televisión, que será el edificio más alto del mundo). Por no hablar del aeropuerto de Norman Foster, el Teatro Nacional de Paul Andreu y los cientos de rascacielos y centros comerciales que han subvertido, como un terremoto de cristal, la armoniosa horizontalidad tradicional.

Pero no es sólo el cambio arquitectónico. El Gobierno chino ha destinado 11.000 millones de euros para acabar con la polución, en el Olympic Lane (avenida que une el recinto deportivo con el centro) y en otras partes se lleva a cabo una reforestación masiva, se han alejado fábricas y puesto a punto nuevos sistemas de reciclaje; se pretende incluso lo más difícil: cambiar los hábitos de la gente, la fea costumbre de escupir o preguntar al extranjero por su sueldo o su familia. Aunque ese cambio social viene ya rodado, sobre todo entre los jóvenes: ellos forman parte sustancial de los 110 millones de internautas chinos, y compran cada mes cinco millones de móviles; en una década, la mitad de la población china será de clase media y querrá consumir más, con la consiguiente escalada en petróleo y alimentos.

¿Un panorama inquietante? Tan desconcertante -esa es la palabra- como se muestra Pekín al visitante de hoy. Lo viejo y lo nuevo crepitan en esa inmensa Ta Pin Nou o sartén (tan extensa como la provincia de Cuenca), como cuando en un aceite hirviendo se arrojan los pescados húmedos. Pekín se extiende ante los ojos occidentales como un delirante mandala budista o, mejor, como un tangram o rompecabezas chino. ¿Cómo descifrar el misterio de una ciudad cuya toponimia se alimenta de colinas perfumadas, ciruelos y sauces en flor, lotos, nubes, armonías supremas, jade?

Una cultura llena de símbolos que impresiona al visitante

Por derecho propio (más que por piropos y relatos externos, que también abundan), Pekín es una ciudad eminentemente literaria. Y simbólica; sólo partiendo de ese plano se puede hallar orientación. En efecto, Pekín fue concebida como un trasunto o mapa del universo, una geografía del cosmos, construida conforme al supremo Feng Shui, el mágico saber que busca la armonía con la naturaleza.

Sólo bajo esa lectura geomántica y simbólica se entiende el plano real de Pekín, que se despliega, a partir del quinto punto cardinal (centro) en cinco círculos o anillos atravesados por una treintena de vías radiales. La muralla exterior, con diecinueve puertas, rodeaba a la ciudad interior, murada a su vez y con otras nueve entradas, y ésta encerraba, finalmente, a la Ciudad Prohibida, puro epicentro con sus propias murallas, foso y cuatro puertas cardinales. Si Pekín es el centro del mundo, la morada del Hijo del Cielo era el ombligo mismo de ese centro, el eje que unía la tierra con el cielo y en torno al cual giraba el universo.

Visitar la Ciudad Prohibida, remozada para esta ocasión olímpica, es repasar la historia entera de China, gracias a los museos y colecciones que se alojan en sus palacios y pabellones. Los visitantes han de abandonarla, obligadamente, por el norte, y allí toparán con el Parque Jingshan, una colina formada con la tierra extraída para hacer los fosos; en ese parque tranquilo podrán ver el árbol donde se ahorcó el último emperador Ming, al verse acorralado, e iniciarse en la ceremonia del té (y comprarlo). Mayor es su vecino el Parque Beihai, con un lago que baña a la isla de Jade y su Pagoda Blanca, stupa tibetana que se alza donde estuvo, según la tradición, el palacio de Kublai Jan, anfitrión de Marco Polo.

Al sur de estos parques y de la Ciudad Prohibida, la Plaza de Tian'anmen, la mayor del mundo, es como otro centro demótico, cargado de una simbología opuesta: la de una rebeldía utópica, plasmada en el Monumento a los Héroes y el recuerdo, mal cicatrizado, de la protesta estudiantil aplastada por los tanques en 1989, ante las narices mismas de Mao, embalsamado en su vecino Mausoleo. El Templo del Cielo, verdadero punto cero al que acudía el Emperador en solsticios y equinocios a impetrar buenas cosechas; no sólo es el más bello y armonioso de Pekín, también un buen lugar para sentir su pulso, gracias a los miles de pekineses que se explayan en sus jardines.

Finalmente, el mapa de Pekín habría de leerse a partir de sus anillos concéntricos. En el segundo, destacan las Torres del Tambor y de la Campana, el Tempo de los Lamas o el de Confucio. En el tercer anillo, el Templo de la Nube Blanca, taoísta, y el Barrio Diplomático, en la parte oriental; como contrapunto, en el extremo occidental se está desarrollando el sector de negocios (en torno a Financial Street), donde se elevan los últimos y más relucientes colosos, el Banco de Pekín, centros comerciales, hoteles internacionales y áreas tech. Con todo ello, la lectura de Pekín no habrá hecho sino empezar.

Guía práctica

Cómo irLa compañía SAS (807 112 117, www.flysas.es) tiene vuelos diarios (excepto jueves) desde Madrid a Pekín vía Copenhague. Sólo Air China (0080 086 100 999, www.aairchina.com.cn) tiene vuelos directos desde Madrid a Pekín los lunes, miércoles y viernes.Qué verAdemás de lo ya citado (Ciudad Prohibida, Parques de Jingshan y Beihai con la Pagoda Blanca, plaza de Tian'anmen con puertas antiguas, mausoleo de Mao y novísimo Teatro Nacional, Templo del Cielo y parque, Torres del Tambor y de la Campana, Templo tibetano de los Lamas, Templo de Confucio, Templo de la Nube Blanca), no dejar de acercarse a las Colinas Perfumadas y Palacio de Verano de la emperatriz Cixi, las Tumbas Ming, el Puente de Marco Polo o los tramos más cercanos de la Gran Muralla (Badaling y Mutianyu); éstas últimas excursiones requieren toda una jornada para cada cosa.ComerEl Panshan Grill del Sheranton Tianjin, a cargo del chef Simon Jang, ofrece comida occidental y cocina fusión, con una respetable bodega de vinos. También son especialmente recomendables los restaurantes del The Great Wall Sheraton Beijing (10 Dongsanhuan Beilu, 86 10 6500 5566, cocina francesa) y del hotel St. Regis, en el barrio diplomático (cocina italiana, frecuentado por políticos y famosos).En la plaza misma de Tian'anmen (a un costado: 44 Dong Jiao Ming Xiang, 86 10 6512 2265) el Beijing Tian'anmen Quanjude Roast Duck es un restaurante muy popular (y algo turístico) especializado en pato laqueado a la pekinesa.

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