Acabar con la OMC
La ausencia de acuerdo en la Ronda de Doha de la OMC, desde 2001, no ha impedido desarrollarse después al comercio mundial, de explotar incluso. La prueba es que, con o sin la OMC, los negocios continúan. No es por tanto el fin del mundo, es verdad (...). El fracaso es sin embargo una señal inquietante. La acumulación actual de crisis financiera, energética y alimentaria conduce por todos lados en el mundo a un repliegue sobre sí (...).
El fracaso de Ginebra es en realidad una señal catastrófica. Corre el riesgo de favorecer la reconstitución de ciudadelas y otras fortalezas en la economía mundial (...).
En el origen de este fracaso hay una OMC, hay un sistema que se ha convertido en perverso. Esta organización pretende obtener un acuerdo unánime entre 153 países sobre asuntos tan diferentes y complejos como el comercio de la banana, los derechos aduaneros sobre los automóviles o las licencias para aseguradores. Quien mucho abarca poco aprieta, dice el refrán. Quien mucho pretende cubrir no consigue nada. Será necesario resolverlo: el enfoque globalizador de la OMC es inoperante. Hay que renunciar a ello. El fracaso de Ginebra no es el fin del mundo, debería ser al menos el fin de un mundo, el de la OMC y sus demasiado grandes ambiciones.