'Latinoamérica ha reducido su dependencia de EE UU'
El experto del organismo internacional valora la resistencia de la región iberoamericana ante la actual crisis financiera y el encarecimiento de la energía y los alimentos
De la Torre es el principal responsable para América Latina del Banco Mundial, la entidad surgida hace seis decenios de los acuerdos de Bretton Woods en la que hoy trabajan más de 10.000 personas con el objetivo declarado de reducir la pobreza en el mundo. La explosión de la última crisis energética y alimentaria ha añadido dificultades a la ingente tarea.
¿En qué situación económica se encuentra América Latina?
La región viene de un periodo de inusual crecimiento, que se ha extendido desde 2003 fruto, en parte, de la buena situación internacional. Ahora, hay dos crisis que están poniendo a prueba la resistencia latinoamericana: la financiera (y su incidencia en la economía real) y los altos precios de los alimentos y los combustibles.
'La crisis alimentaria puede llevar a la pobreza a seis millones de personas en Centroamérica'
'La región no ha recibido la atención de la Unión Europea que hubieran deseado los latinoamericanos'
¿Cómo afecta la crisis financiera originada en Estados Unidos?
Las noticias son hasta ahora bastante buenas. La región ha mejorado su sistema inmunológico, con avances fiscales e institucionales y reducción de la deuda pública. Además, han mejorado las políticas monetarias, gracias a la independencia de los bancos centrales. Se ha ganado en credibilidad y se han flexibilizado los sistemas cambiarios. Como resultado, la región es menos riesgosa y tiene más capacidad de absorber shocks externos. A diferencia de crisis anteriores, los inversores no han huido de la región, porque perciben un riesgo menor.
¿Hasta qué punto puede afectar la entrada de EE UU en recesión?
En el pasado, había un efecto multiplicador desde los males que sufría el vecino del Norte. Hoy, se prevé que el PIB crezca en EE UU menos del 1% y, en América Latina cerca del 5%. Los ciclos siguen estando unidos, pero los grados de incidencia son menores y la tendencia de largo plazo se ve menos afectada. Buena parte de la actividad regional está hoy ligada a Europa y Asia; Latinoamérica se verá más afectada en la medida en que lo estén esos continentes. Pero ha reducido su dependencia de EE UU.
Muchos países se están beneficiando del encarecimiento de las materias primas...
La mayoría de los sudamericanos son exportadores netos de materias primas y están siendo beneficiados con una mayor capacidad de compra. En cambio, los de América Central y del Caribe son importadores de alimentos y combustibles, y están sufriendo con la tendencia alcista. En todo caso, aunque un país exporte alimentos y materias primas, tiene que hacer frente a problemas internos, porque debe repercutir parte de la subida en el mercado interior. Eso crea tensiones sociales al perjudicar a las familias pobres. La ventaja es que, si el país es beneficiado, tendrá recursos para hacer frente a esas tensiones.
Se están desatando, también, tensiones inflacionistas...
Es cierto, y eso ha llevado a los bancos centrales a una decisión difícil: elevar los tipos de interés para evitar las espirales de precios y salarios. El problema es que EE UU los ha reducido, lo que ha aumentado el diferencial. Eso ha supuesto más entrada de capitales y revalorización monetaria, con la consiguiente pérdida de competitividad.
¿Cabe esperar que los precios de los alimentos vuelvan a los niveles de hace un par de años?
No pensamos que vaya a haber descensos rápidos. Tal vez se estabilicen y, a largo plazo, podrían volver a bajar una vez que se dejen sentir los aumentos de oferta previstos. Si los precios de los alimentos y las materias primas cayesen bruscamente, muchos países de Latinoamérica tendrían riesgo de recesión. Algunos están administrando con cautela las nuevas fuentes de riqueza: es el caso de Brasil, Colombia o Chile, que está ahorrando recursos con visión intergeneracional. En cambio, Venezuela sigue una visión cortoplacista. Si cayera el precio del petróleo, su situación fiscal quedaría muy comprometida.
¿Han servido estos años de bonanza para reducir la pobreza?
Hoy hay 50 millones de latinoamericanos bajo el umbral. Eso equivale a un 25% de la población, pero hace unos pocos años se superaba el 30%. La pobreza ha caído mucho en Perú, Panamá o Brasil, donde han funcionado muy bien los programas de transferencias a las familias pobres. Pero, los importadores de alimentos y petróleo tienen una seria amenaza. Hasta seis millones de personas pueden volver a caer por debajo del umbral de la pobreza en Centroamérica y Caribe. La situación ya es de emergencia en Haití, donde el Banco Mundial está cooperando con 10 millones de dólares.
¿Hay visos de progreso en los acuerdos de libre comercio?
Es una tarea pendiente. Al principio se pensó en unir todo el continente, pero las diferencias políticas han parcelado los tratados. El Pacto Andino, iniciado en los años 70, no ha progresado, como tampoco lo ha hecho el del cono sur. Los mayores éxitos se han dado en Centroamérica y con el Nafta, en el que ahora se ha trabado la integración de Colombia. El panorama actual está plagado de tratados bilaterales.
¿Y las relaciones de Latinoamérica con la Unión Europea?
La región no ha recibido la atención de la UE que hubieran deseado los latinoamericanos. España ha sido la excepción, con una agenda constructiva y una voz que ayuda a comunicar los intereses de la región en Europa. No podemos decir lo mismo del resto de la UE.