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Tribuna
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La crisis alimentaria y la contradicción latinoamericana

El incremento de los precios de los alimentos supone para los países de América Latina y Caribe una crítica paradoja, destaca la autora. Por un lado, representa una oportunidad de aumentar la producción y los ingresos de estos países y, por otro, golpea a los más pobres, que son los importadores netos de materias primas

Tras el compromiso de los líderes mundiales en la Cumbre de Roma para asistir a los más pobres frente a los altos precios de los alimentos, es importante considerar algunas características únicas de los países de América Latina y el Caribe.

Por un lado, los altos precios de las materias primas representan una oportunidad para que la región aumente su producción de alimentos y sus ingresos. Por otro, se debe hacer frente al urgente desafío de ayudar a aquellos que más lo necesitan. Los países de América Latina y el Caribe se enfrentan a una crítica paradoja.

La crisis alimentaria no golpea a todas las economías por igual. Para aquellos países sudamericanos ricos en materias primas, el aumento de precios mejora los términos de intercambio, lo que representa una oportunidad para el crecimiento sostenido y para pasar a una producción con mayor valor agregado (de las materias primas a la agroindustria). A su vez, esto tiene un impacto positivo sobre el nivel de empleo, y amplía las transformaciones operadas en países como Colombia, Chile, Perú y México, entre otros, que se han convertido en productores de primer nivel de fruta y otras variedades vegetales.

En términos generales, América Latina es menos vulnerable que en el pasado

Por el contrario, los países de América Central y el Caribe están siendo severamente afectados porque son importadores netos de alimentos, mientras que sus términos de intercambio empeoran debido a los crecientes precios de la energía.

Se debe tener en cuenta, además, que la inflación de los precios de los alimentos afecta de manera desigual a los diferentes sectores de la sociedad, perjudicando mucho más a los consumidores pobres urbanos de todos los países, incluyendo los exportadores de alimentos.

Las familias más humildes gastan al menos el 50% de su presupuesto en alimentos; para ellas, la tasa de inflación efectiva es bastante más elevada que la tasa global. Como resultado, y de acuerdo a cifras de la ONU, 10 millones de personas en la región son vulnerables a la desnutrición y la hambruna.

Consecuentemente, y de acuerdo a lo establecido en Roma, el Banco Mundial ha expandido los programas de asistencia a corto y medio plazo, incluyendo la creación de un fondo de emergencia de 1.200 millones de dólares para los países más afectados y una donación de 10 millones de dólares para Haití en programas de asistencia directa.

En términos generales, América Latina es menos vulnerable que en el pasado. En 2007, la región creció por cuarto año consecutivo a tasas superiores al 5% -las mejores desde los años setenta-. Las políticas macroeconómicas sólidas y los precios favorables de las materias primas han contribuido a reducir la vulnerabilidad, mientras que los mercados de capitales han reconocido esta posición económica y fiscal más sólida. También los niveles de pobreza han descendido en varios países (desde Brasil a Perú, y de Argentina a México) gracias al crecimiento económico y al incremento del gasto público con orientación social.

Pero estos avances están ahora en riesgo debido a la desaceleración en Estados Unidos y a la subida de los precios del petróleo y los alimentos. Aun cuando la región está mejor preparada que en el pasado, el reto es mayor para los pequeños países de América Central y el Caribe.

Los países ricos como EE UU y Europa pueden contribuir a aliviar la crisis alimentaria si reducen los subsidios y aranceles sobre los biocombustibles derivados del maíz y apoyan, en cambio, la producción de biocombustibles más eficientes y ecológicos derivados de la caña de azúcar (como hace Brasil), que no compiten con la producción de alimentos. Esto abriría los mercados a los países más pobres.

En este sentido, es necesario que la Ronda de Doha de comercio intente eliminar los subsidios y aranceles agrícolas, así como las restricciones a las exportaciones, que potencian la acumulación e incrementan los precios de los alimentos aún más. Esto crearía un terreno de juego más equilibrado entre países ricos y en desarrollo.

Hoy por hoy, América Latina se enfrenta al desafío de crecer sostenidamente frente a las nuevas condiciones globales y regionales. Y tiene el potencial para conseguirlo. Junto a la ONU y otros socios, el Banco Mundial continuará apoyando a la región para proteger a los más vulnerables, y expandir las oportunidades económicas y sociales para todos.

Pamela Cox. Vicepresidenta del Banco Mundial para América Latina y el Caribe

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