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Toros

Y José Tomás puso de nuevo de rodillas a Las Ventas

Segunda apoteosis de José Tomás en Las Ventas. Y en esta ocasión, para que nadie olvide que el toreo además de arte también es drama, cortó tres orejas después de dos faenas de un valor inmenso y de una entrega sin límites. Por segunda vez en 10 días la plaza de Madrid se entregó a un torero que está a años luz de todos los demás.

Si en la primera tarde José Tomás logró el éxito a base de toreo y nada más que toreo, en la corrida de ayer tuvo que sacar a relucir su versión de matador desgarrado, de torero que sale dispuesto a jugarse la vida sin tener en cuenta la mala condición de sus toros. En total recibió cuatro volteretas, sufriendo una cornada en la pierna derecha en mitad de la faena del cuarto. Pero ni herido ni sangrando visiblemente descompuso José Tomás el gesto, que siguió ante el toro impasible, ligando derechazos lentísimos, arropado por la entrega de unos espectadores que seguramente estaban pasando mucho más miedo que él.

La primera oreja la obtuvo del toro que abrió su lote, un animal de Puerto de San Lorenzo manso y muy aquerenciado en tablas. El diestro madrileño se fue hasta la puerta de chiqueros y allí le sacó muletazos que parecían imposibles, colocado siempre en el mismo filo de la navaja, en el lugar exacto donde los toros pueden coger. Y así llegó la primera voltereta, espeluznante, de la que salió con sendas heridas leves en la cara y en la mano izquierda. Pero tampoco esto arredró a José Tomás, que siguió puesto con gran firmeza ante el toro hasta lograr ligar varios muletazos a base de dejarle la muleta muy puesta en la cara. El toreo, a veces, tiene esta versión dramática, que nunca rehuye el diestro de Galapagar.

Su segundo toro de Puerto de San Lorenzo fue devuelto por flojo y en su lugar salió un sobrero de Toros de El Torero, que tuvo un buen pitón derecho y un muy complicado izquierdo. Por el pitón bueno José Tomás cuajó muletazos de mucha profundidad, largos y templados, ejecutados siempre con gran pureza y verdad. Cuando la faena estaba prácticamente hecha, el torero se echó la muleta a la izquierda, porque también por ahí tenía que sacar faena al toro.

Pero el astado embestía con complicaciones, y una de las veces paró justo delante del cuerpo. José Tomás no rectificó, pegó otra tremenda voltereta de la que salió visiblemente herido. Se levantó como si nada hubiera pasado, y le dio dos excelentes series más de derechazos, templadas y armoniosas. Y en medio del drama finalizó la faena con una manoletina mayestática, dejándose pasar los pitones a centímetros del cuerpo. Entró a matar como si le fuera la vida en ello, y volvió de nuevo a resultar prendido.

Mientras el toro doblaba, la plaza explotó un en grito unánime de '¡torero, torero!' y sacaron los pañuelos blancos hasta que consiguieron que el presidente le diera dos orejas, tres en total. Siete en dos tardes, y la sensación de que nadie ve el límite, ni en la parte del toreo, ni tampoco en la parte del drama como José Tomás. Con el cuerpo roto, cogió las dos orejas, se las mostró a los espectadores y con paso lento se dirigió por su propio pie hacia la enfermería. La gesta ya estaba cumplida, pero no pudo culminar con su paseo bajo los arcos de la puerta grande.

El Fundi estuvo valiente con sus toros y Juan Bautista voluntarioso con los suyos.

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