Más impulsos para la economía
Va a cumplirse un año del arranque de la crisis financiera que ha hecho temblar los cimientos de la economía en todo el mundo desde su epicentro en Estados Unidos. Va a cumplirse también un año desde que la frenética actividad inmobiliaria española, que había sustentado como hercúlea columna la actividad, comenzó a desacelerarse. En ese año se ha transformado radicalmente el panorama económico doméstico, y lo ha hecho con una velocidad inusitada, especialmente en los seis últimos meses. La economía ha pasado de crecer cerca del 4% en tasa interanual a hacerlo en el entorno del 2%, y con una innegable tendencia al estancamiento.
No debe sorprender que el segundo trimestre del año se resuelva con un crecimiento cero sobre el primero o, incluso, con un descenso de la producción, a juzgar por las advertencias que ha anticipado el Banco de España. Por ello, y dado que es premisa irrenunciable admitir las dificultades para poder resolverlas, resulta esperanzador que el presidente del Gobierno haya anunciado, el pasado fin de semana ,un paquete de 'reformas estructurales' para encarar con mayor firmeza el problema.
æpermil;ste no se resuelve con impulsos presupuestarios como los anunciados hasta ahora, tenga el saldo fiscal que tenga el Estado. Las expectativas de consumidores e inversores han caído en tal pesimismo que no reaccionan a los estímulos puntuales de demanda. Seguramente neutralizarían incluso una bajada lineal del impuesto sobre la renta y pondrían en duda la efectividad de un nuevo plan prever o un incremento en las deducciones por compra de vivienda.
Los empresarios y analistas coinciden en la necesidad de tomar medidas de calado estructural en los próximos meses para que se revierta el pesimismo económico. Al margen de sus recomendaciones interesadas de carácter particular como la recuperación de las ayudas al cambio de automóvil o la revisión alcista de las exenciones tributarias en la compra de casas, destacan las de carácter general. En éstas, las demandas tienen la diana colocada en el largo plazo, en las reformas estructurales de los mercados para combatir a la vez las dos variables que juntas paralizan la economía: las tensiones de precios y el estancamiento de la economía. Además, dado que las reformas precisan de fortaleza política, deben afrontarse ahora, cuando el Gobierno carece de hipotecas electorales y tiene años por delante. Tanto la oposición como los agentes sociales se han mostrado dispuestos a apoyar, sin renunciar a la crítica constructiva, las iniciativas del Ejecutivo.
Hay que abordar de nuevo la flexibilidad laboral, la fiscalidad societaria que haga más atractiva la inversión en el medio y largo plazo; máximas garantías de protección al inversor; disponibilidad plena en cantidad, calidad y precio de energía; nuevas facilidades a la oferta en materia de distribución comercial en aquellas comunidades autónomas que han apostado hasta ahora por la rigidez; refuerzo del sistema educativo y formativo para que la oferta de empleo sea atendida a satisfacción, etc. No son reformas fáciles, porque pisan callos sociales muy sensibles. Sin embargo, construyen el escenario que la economía necesita para despegar cuando la coyuntura mejore.