Desaceleración asimétrica
El frenazo que afronta la economía española no se está manifestando de manera homogénea en las distintas comunidades autónomas. Bien al contrario, se puede hablar con precisión de una desaceleración asimétrica, que, por otra parte, se antoja consustancial a un Estado de las autonomías en el que a la convergencia entre las distintas regiones le queda aún mucho recorrido.
El sector que ha caído con más fuerza desde que se ha iniciado el proceso desacelerador ha sido la contracción residencial, impactado fuertemente por la crisis inmobiliaria, así como todos aquellos negocios auxiliares a esta actividad. Eso es tan indiscutible como que este parón se ha llevado por delante importantes niveles de empleo. Y también es constatable que esa evolución a la baja se da en todo el territorio nacional. Pero el impacto con que se manifiesta este parón se diferencia entre unas comunidades y otras.
Dos indicadores reflejan con precisión el frenazo de la construcción residencial y de la actividad inmobiliaria: el número de operaciones de compraventa de viviendas y el de casas iniciadas. Y estos datos demuestran que son las comunidades del arco mediterráneo las más negativamente afectadas por la desaceleración, y más especialmente Cataluña y la Comunidad Valenciana. Algo que se explica en parte por el fin del boom de la segunda residencia, pero también por la desaceleración experimentada por la industria y el turismo en el primer trimestre.
El hecho de que sean Cataluña y la Comunidad Valenciana, dos de las regiones más pujantes de la economía estos 14 años de crecimiento continuado, las dos comunidades más afectadas por el frenazo debe mover a reflexión. Porque es la demostración palpable de la debilidad del actual modelo de crecimiento y, por consiguiente, de la urgencia de renovar ese patrón.
La confianza en que sea el sector industrial el que vaya a tomar el relevo del crecimiento pierde fuerza por momentos. Desde los notables aumentos de la producción industrial de la primera mitad de 2007 se ha pasado a una notable caída en los tres primeros meses de 2008. Un impacto negativo que vuelve a tener su protagonismo en el arco mediterráneo.
A la pérdida de actividad le ha seguido un inmediato deterioro del mercado laboral, que se refleja en un notable aumento de la tasa de paro, intenso también tanto en Cataluña como en la Comunidad Valenciana. Paralelamente, el parón inmobiliario está mermando seriamente las arcas de las comunidades y las municipales, que se venían abasteciendo generosamente de esa actividad la última década y media sin preocuparse de establecer nuevas fórmulas de financiación menos coyunturales y más fiables. Así, borrar el déficit autonómico se antoja inviable a corto plazo. Lo uno y lo otro hacen que cobren más trascendencia las negociaciones sobre el mercado laboral y el debate sobre financiación autonómica. Dos cuestiones inaplazables, pero que no deben hacer, primero, que las Administraciones territoriales depositen toda la responsabilidad en la central, eludiendo la suya, y, todavía más importante, tampoco deben llevar al enorme error de que el sector privado soslaye iniciativas por fiar las soluciones a lo que decidan unas y otras Administraciones.