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CincoSentidos

Shanghai, la puerta de entrada a la nueva China

La metrópoli colonial se ha convertido en un gran centro de negocios.

Shanghai, la puerta de entrada a la nueva China
Shanghai, la puerta de entrada a la nueva ChinaCinco Días

Al anochecer, junto al malecón que bordea el río Huangpu, se levanta iluminada y majestuosa la aduana de Shanghai. æpermil;ste y otros edificios de factura neoclásica se encargan de recordarle a la ciudad su intenso pasado colonial. Británicos, franceses, alemanes y belgas comerciaban y se enriquecían aquí a principios del siglo XX, mucho antes de la llegada de Mao.

Muy cerca, una puerta imperial da acceso a una recepción que parece sacada de algún club londinense, aunque éste ha sido construido al otro lado del mundo. El ascensor sube hasta la terraza más selecta de la nueva China. Mon the Bund es un restaurante de aroma francés con vocación cosmopolita. Artistas, empresarios y curiosos se dan cita a menudo para observar desde arriba cómo, por momentos, la ciudad crece, cómo reluce Pudong, el barrio financiero, y cómo despierta el gigante. 'Los mejores restaurantes de comida occidental de Shanghai están establecidos aquí, en el Bund, junto a la orilla del río. A mi me gusta Jean George, un local para bolsillos privilegiados. También están de moda Laris y Sens & Bund, pero si la noche es cálida resulta delicioso cenar en la terraza del Mon', anuncia Santiago Díez, economista y responsable de la oficina de Endesa en Shanghai. Las copas, en Bar Rouge, The Face, People 7, Glamour Bar, Cotton Club y Live Jazz.

Calurosa en verano y fría en invierno, 'pero con un clima fantástico en primavera y otoño, a pesar de la contaminación que cae a plomo', reconoce Díez, Shanghai (18 millones de habitantes) es una urbe colosal convertida hoy en un gran centro de negocios. Su historia tiene muy poco que ver con la del resto de provincias chinas. Desde su fundación fue la metrópoli que mantuvo a este país de 1.200 millones de habitantes en contacto con el resto del mundo: la puerta de entrada a una cultura con cinco milenios de historia y la de salida hacia el mundo occidental. No hay en China otro lugar como éste para comprobar la transformación del gigante asiático.

En esta ciudad convive una apertura económica sin pastillas de freno con oficios milenarios asentados a la puerta de las casas-patio que aún se mantienen en pie. 'En la plaza del pueblo, los sábados y domingos se celebra la Feria de los Matrimonios -cuenta Santiago Díez-. Los padres buscan pareja para sus hijos. Y te aseguro que estos enlaces no funcionan peor que los nuestros', ironiza. En esta ciudad de contrastes, crecen los emprendedores y los rascacielos. Sus 3.500 kilómetros cuadrados albergan la friolera de 4.000 colosos de acero y cristal. Los arquitectos más internacionales, Bofill y Lamela entre los españoles, han dejado su impronta en el skyline que se dibuja detrás del Huangpu. Muy pronto, la metrópoli asombrará al mundo con un nuevo edificio (hoy en construcción), el Shanghai World Financial, 492 metros y 101 pisos.

La colonia española todavía es pequeña en comparación con otras, como la francesa, la alemana o la británica, pero está creciendo de forma bastante rápida. 'Cuando llegué a China, en el año 2005, en Shanghai sólo estábamos instalados 400 españoles y hoy somos 1.200. Cuando aterricé, sólo había inscritas 120 empresas, ahora hay 250', explica Francisco Soler, responsable de la oficina que Garrigues Abogados abrió hace tres años en China y vicepresidente de la Cámara de Comercio en Shanghai. Telefónica, Indra, Befesa, Zara, Mango, MCC y Gestamp son las más destacadas.

La mayoría de los integrantes de la colonia española son profesionales entre 30 y 40 años deseosos de forjarse una carrera internacional. A pesar de lo rica que está siendo la experiencia, ninguno permanecerá en el país más de una década. 'Se echa de menos a la familia y se necesita volar durante tres horas para encontrar vegetación', dice Soler. 'España se despierta a las cuatro de la tarde y, a veces, tienes que prolongar hasta la medianoche tu jornada', apostilla Santiago Díez.

Aunque China sea el segundo país con más conexiones de Internet, los idiomas internacionales aun no han penetrado en el tejido social. 'Aquí prácticamente nadie habla inglés, y la comunicación es muy difícil', reconoce el abogado de Garrigues. 'Llevo siete años viviendo en esta ciudad y no he sido capaz de hacer amigos chinos', asegura Santiago Díez, cuya esposa es de ascendencia oriental. 'Lo he intentado de veras, pero ha sido imposible', apostilla. 'Además, son demasiado materialistas, sólo les importa el dinero', se queja.

Trabajar en una empresa de Shanghai es sinónimo de éxito y modernidad, el referente para muchos ciudadanos chinos que desean abrirse camino en el mundo laboral. Sin embargo, la clase media es aún incipiente. Y eso se nota en el coste de los bienes y servicios. La bajada de bandera del taxi es la más cara de toda China (junto con Pekín): 10 yuanes (1 euro).

De hecho, la vida para los extranjeros no es tan barata como podría parecer a primera vista, porque allí funcionan oficiosamente dos sistemas de precios. 'A nosotros las cosas nos cuestan como en Madrid, y a veces más caras', señala Soler. La leche, importada de Australia o Nueva Zelanda, cuesta 1,3 euros. El pan, entre 80 céntimos y 1,2 euros. 'Una caja de muesli puede costar entre 6 y 8 euros. En general, los alimentos importados son muy caros, pero los vegetales y las frutas son baratos y muy ricos', explica Patricia Portillo, una joven emprendedora que acaba de abrir una galería de arte.

La dualidad social de la nueva sociedad china también se deja sentir en los precios de la vivienda. En Shanghai hay pocas casas de nivel medio. La mayoría de los extranjeros tienen que vivir en pisos o villas bastante caros. El alquiler de una casa de unos 150 metros cuadrados en un edificio para extranjeros puede situarse entre 2.000 y 5.000 euros al mes, dependiendo de la zona. Los inversores extranjeros tienen restringida la compra de viviendas desde el año 2006. En el caso de las personas físicas, es necesario residir más de un año en China para poder adquirir un inmueble.

'Las relaciones comerciales deben profesionalizarse

Francisco Soler (Valencia, 1973) es desde hace tres años director de la oficina de Garrigues en Shanghai, y actualmente ostenta el cargo de vicepresidente de la Cámara de Comercio de España en la ciudad. Soler, licenciado en Ciencias Económicas, Empresariales y Políticas, con estudios en Universidad de La Sorbona y trilingüe (inglés, francés e italiano) es, como la mayoría de los integrantes de la colonia española, un joven profesional con un currículo académico brillante que desea proyectarse internacionalmente. æpermil;l llegó en 2005 para montar la oficina de Shanghai y hoy dirige un equipo de quince profesionales, 11 de ellos chinos. En Asia ha nacido su primer hijo. Para este valenciano, Shanghai es una metrópoli occidental asentada en Asia, donde todavía es posible pasear a pesar de la contaminación y la ausencia de espacios verdes. 'Una ciudad dinámica en permanente transformación desde el punto de vista económico y urbanístico, un reto para cualquier despacho de abogados'. Garrigues asesora a empresas españolas, portuguesas y latinoamericanas interesadas en dar el salto a China. A pesar de lo estimulante que resulta vivir en un país como éste, Francisco Soler reconoce que no es fácil hacer negocios. 'Son impenetrables. Todo lo meditan durante largo tiempo y no adoptan a la ligera ninguna decisión. Parece que nunca terminan de decidirse. Consultan con el jefe una y otra vez, y el jefe con el jefe'. A su juicio, las relaciones mercantiles aún deben profesionalizarse, pues los acuerdos se siguen basando en la confianza mutua. 'Y aunque la ley es igual para todos, la interpretación que se hace de las normas depende de las zonas y de la relación que tengas con las autoridades', advierte.

La capital de los contrastes

En Shanghai confluyen el rojo de la ciudad antigua e imperial, encerrada en si misma en el centro de un laberinto de callejuelas, el azul con toques nostálgicos de la urbe colonial, sembrada de avenidas arboladas y mansiones de ladrillo art decó y el fulgor plateado de una metrópoli vertical y eléctrica volcada en los negocios. Y es en esta mezcla, entre Oriente y Occidente, entre el futuro y el pasado, donde reside su encanto. Hay diez cosas que el viajero no puede dejar de hacer cuando desembarca en la ciudad asiática, y una de ellas es pasear por el Bund y admirar las vistas. En la orilla oeste del río Huangpu, la zona del malecón constituye el testimonio más elocuente de que este lugar fue una invención extranjera creada por y para el comercio: el Wall Street de Asia durante le época colonial. En este distrito están situados algunos de los edificios más emblemáticos de la factura europea, como el Banco de Desarrollo de Pudong, el famoso Hotel Peace y el edificio de la Aduana de Shanghai. La calle más famosa de Shanghai es Nanjing Xi Lu. En esta gran avenida están ubicadas, entre otras, las oficinas del bufete Garrigues y su actividad comercial es palpitante. Imponentes rótulos luminosos tiñen de colores el asfalto día y noche. Y se suceden, una detrás de otra, las tiendas de lujo. El Pudong es la zona financiera por excelencia. Allí se amontonan los rascacielos futuristas y allí se levanta majestuoso como una pagoda el rascacielos Jin Mao, construido alrededor del número ocho, considerado de buena suerte en la cultura china: 88 plantas sobre una base octogonal apoyadas sobre ocho columnas de acero. El distrito Nanshi encierra la ciudad imperial de los Ming. Aquí hay dos retos que vencer: encontrar la salida del laberinto de los jardines Yu Yuan (Salud y Tranquilidad) y no sucumbir a la tentación de los comercios. El jardín es uno de los pocos espacios verdes de la ciudad. Fue diseñado durante la dinastía Ming, en el siglo XVI, y muestra una exquisita combinación de plantas, rocas y estanques. Para el segundo reto se requiere verdadero autocontrol, ya que casi toda la ciudad antigua es un gran mercado. Lo más divertido es el regateo, una costumbre que los chinos llevan hasta el paroxismo. Por último, los extranjeros que viven en la ciudad recomiendan los budas del templo del Buda de Jade.

Datos prácticos

FISCALIDAD. Aquellas personas que residen en China durante más de 183 días al año están obligadas a tributar en el país sobre la renta percibida en relación con su actividad en China. El IRPF tiene una escala progresiva que va del 5% al 45%. Para las rentas procedentes de actividades realizadas en el exterior, existe en China una exención durante los primeros 5 años de residencia y a partir de entonces se tributa por toda la renta mundial, con un crédito fiscal por aquellos impuestos que se hayan satisfecho en otros países. El IRPF se paga mensualmente y la base imponible se calcula reduciendo las rentas exentas, que en el caso de extranjeros ascienden a 4800 RMB (yuan) por mes.SANIDAD. Shanghai tiene hospitales y clínicas privadas muy bien equipadas. Y muchos hospitales públicos también tienen salas vips para extranjeros, con tecnología actualizada y los doctores y las enfermeras de habla inglesa. Si es atendido en un hospital privado, a menudo le pedirán un depósito antes de cualquier tratamiento.EDUCACIâN. En cuanto a la enseñanza, debido al alto número de trabajadores extranjeros, la gama de escuelas internacionales es muy variada. Los colegios del Estado no son una buena opción, pues se encargan de resolver las necesidades de la población china local y la lengua es el mandarín.

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