Endeudamiento de los hogares
Una de las mayores preocupaciones de muchos estamentos económicos y políticos se refiere al nivel de endeudamiento de las familias en un contexto de alza de tipos de interés. Este artículo pretende analizar con rigor el verdadero riesgo y ofrecer un argumentario realista del mismo, utilizando datos objetivos.
En primer lugar, y desde la óptica del Gobierno, se viene acusando desde varios frentes al ejecutivo del nivel de endeudamiento tan elevado de los agentes, y exigiendo al mismo tiempo medidas para paliarlo. Igualmente se acusa al ejecutivo de ser implícitamente el responsable de la subida de los tipos de interés en la eurozona por permitir que la inflación sea tan elevada. En segundo lugar, otro elemento muy recurrente es que el nivel de deuda es insostenible, por lo que tarde o temprano tanto familias como el sistema financiero entrarán en suspensión de pagos, con lo que ello supondría. En tercer lugar, se viene publicando y argumentando que el esfuerzo financiero para adquirir una vivienda es tan sumamente elevado, llegando en algunos casos al 75% de la renta disponible de los consumidores, algo que demostraría un grado de irresponsabilidad financiera muy elevado.
En general todas estas aseveraciones, tanto periodísticas, como políticas, parten de una mezcla de conceptos (deuda neta y bruta, renta bruta y renta neta, segmentos de deuda, tipología de prestatarios, etc.). Por ello, el mensaje puede ser muy alarmista, sin que la realidad financiera lo sea. Para ello, hay que definir y acotar los riesgos objetivos, aclarando los conceptos relevantes y evaluar, con las previsiones existentes, cuáles son las políticas públicas que se pueden llevar a cabo.
Las decisiones de ahorro e inversión, y por tanto las de endeudamiento también, son fruto de la resolución de funciones intertemporales de utilidad, tendentes a maximizar el bienestar de los agentes racionales, teniendo en cuenta sus restricciones presupuestarias y partiendo del supuesto de mercados completos y eficientes, sin restricciones de oferta crediticia. Por ende, tanto desde una óptica de bien de uso (consumo), como de inversión la decisión de invertir en vivienda parece muy racional, aunque algunas condiciones de los supuestos (mercados completos, alternativas de inversión y fiscalidad) han condicionado la evolución de la demanda.
Desde una óptica de un bien de uso, las necesidades de vivienda han sido crecientes. Esto se explicaría, en un contexto de crecimiento económico y del empleo elevado, por el fuerte incremento de la población inmigrante, la nueva estructura familiar y la demanda de no residentes, cuyo resultado final ha sido la explosión de la actividad constructora de los últimos años. Es verdad que la propensión a la compra de vivienda, tanto en forma de vivienda principal, como en su variante de bien de inversión, es elevada en términos relativos, pero eso tiene que ver con otros elementos de corte cultural, educacional o fiscal, y también con la ausencia, hasta ahora, de una política de alquiler. Desde una óptica financiera, la drástica reducción de los tipos de interés, y por tanto de la remuneración del ahorro, la crisis bursátil, la inexistencia de canales de ahorro inmobiliario profesional (salvo la compra física del inmueble) y la rentabilidad creciente de este tipo de activos, han sido las claves para la proliferación de compras de inmuebles. A esto hay que añadir la reducción de la prima de riesgo del Reino de España y la entrada de España en la UEM, lo que eliminó el riesgo cambiario y redujo la volatilidad de las principales macromagnitudes. Como se puede apreciar, los agentes han aprovechado de forma racional la existencia de tipos de interés negativos, el sesgo financiero de la banca hacia el mercado inmobiliario, la inexistencia de canales de ahorro profesionales y el rendimiento diferencial respecto a otras inversiones financieras, para invertir un porcentaje muy elevado de ahorro en el sector inmobiliario residencial.
En resumen, el endeudamiento creciente de los hogares en vivienda responde a una lógica económica y racional de aprovechamiento de tipos de interés reales negativos, rentabilidad diferida, sesgo financiero y fiscal y fuerte incremento de la población. La riqueza acumulada supera ampliamente el endeudamiento, por lo que el balance de las familias y sistema financiero presenta una salud envidiable.
El endeudamiento neto casa perfectamente con los estándares de precaución y solvencia que han permitido a la banca expandir su negocio con morosidad baja. Esto, además, es corroborado por la última encuesta del Banco de España que concluye que sólo el 11% de los hogares endeudados tienen deudas superiores al 40% de la renta del hogar y que el pago efectivo de deudas sobre la renta de los hogares es del 17%, es decir nada que ver con el alarmismo generalizado, en muchos casos interesado, y empíricamente alejado de la realidad.
Alejandro Inurrieta. Presidente de la SPA