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Tribuna
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Euráfrica o el naufragio de la utopía

Europa y África están condenadas a entenderse: razones geográficas, históricas, comerciales, demográficas y culturales justifican y explican la afirmación con la que iniciamos este artículo. La UE -con 'permiso' de China- es hoy el mayor socio comercial de los países africanos y el destino de más de la mitad de las exportaciones de este continente.

África y Europa comparten más de cinco siglos de historia (si bien de dominación y de explotación del primero por el segundo), comparten hemisferio geográfico, se presentan como espacios económicos complementarios (por más que la relación ha estado fundamentada en el intercambio desigual), comparten lenguas con Europa, que son vehiculares en los países africanos y, derivado, de este hecho, culturas (por más que la africana sea más desconocida para Europa que para África la europea).

A ambos continentes los separa, sin embargo, una profunda sima en cuanto sus grados de desarrollo social y sanitario, de renta, de bienestar y un abismo demográfico (África y Europa exhiben las estructuras y las dinámicas demográficas más contrastadas del planeta: la exhuberancia poblacional y la explosión demográfica africana se contrapone al envejecimiento y la implosión demográfica europea) causa y explicación última, junto a las anteriores características de las fuertes presiones emigratorias sur-norte.

Por todas estas razones ahora es el momento histórico de que Europa deje de desarrollar políticas unilaterales y sectoriales para África y ponga en marcha políticas globales con nuestro continente vecino del sur. El cambio del 'para' al 'con' es mucho más que semántico, es estratégico, es político, es, incluso, una exigencia ética, supone un cambio de óptica desde un neocolonialismo de nuevo cuño a unas relaciones menos paternalistas, más igualitarias, basadas en la co-responsabilidad, en la reciprocidad, en la cooperación política y comercial, en la asociación entre dos espacios políticos cada vez más integrados internamente: la Unión Europea (hasta 1993, Comunidad Económica Europea) y la Unión Africana (hasta 2002, Organización para la Unidad Africana).

África es el espacio económico más vulnerable del planeta, tanto por la volatilidad de los precios de las materias primas como por las negativas consecuencias sobre este continente de las políticas comerciales de la Organización Mundial de Comercio, del Banco Mundial o del Fondo Monetario Internacional. Un solo ejemplo: los 3.000 o 4.000 millones de dólares que reciben como subsidio los 25.000 productores de algodón norteamericanos significan una pérdida de 300 millones de dólares para los 10 millones de productores de algodón africanos.

Un continente netamente agrario, como África, no puede seguir exportando diamantes, oro, petróleo, uranio, cobre, cobalto, aluminio, el estratégico coltán o incluso flores, para poder importar alimentos y a pesar de ello convertirse en la más gigantesca bolsa de pobreza, marginación, analfabetismo, degradación medioambiental, desnutrición y además principal origen de la fuga de cerebros del mundo (un botón de muestra: hay más médicos en Inglaterra procedentes de Malawi que en el propio Malawi, a pesar de sus 12 millones de habitantes).

África, convertida por EE UU, Japón y en los últimos años China en un espacio-reserva de explotación de materias primas de escala continental, debe ser apoyada en el desarrollo de sus capacidades endógena basadas en sus posibilidades agrícolas, en sus incalculables reservas de materias primas, en su potencial turístico, en su cultura, en su creatividad artística.

Europa debe apoyar el desarrollo de sus infraestructuras, no solo de transportes y comunicaciones, sino educativas, sanitarias, debe promover procesos de integración regional, debe contribuir decisivamente al desarrollo humano de este continente, debe ayudar más decisivamente a erradicar la pandemia de sida (que afecta actualmente a más de 36 millones ciudadanos africanos) y las enfermedades infecciosas y parasitarias, y evitar el drama no solo sanitario, sino social (familias destruidas) económica (falta de mano de obra) y demográfica (caída de la esperanza de vida..) derivado del mismo, debe ayudar a poner a África en el mapa de la globalización, de una globalización con rostro humano.

Se reúne este fin de semana en Lisboa la Cumbre Euroafricana, pospuesta desde 2003, y que tendrá como base en la Estrategia Conjunta fundamentada cinco iniciativas, interrelacionadas entre sí: energía, cambio climático, migración, movilidad y empleo y buen gobierno e instituciones políticas. La cumbre contribuirá a que África, gigantesco mosaico de problemas se convierta en un espacio de esperanza. En la ambición de la cumbre y manos de los políticos europeos y africanos reunidos en la capital lusa está que no sea el continente de la eterna esperanza.

Pedro Reques Velasco, Catedrático de geografía humana y director del departamento de Geografía, Urbanismo y Ordenación del Territorio de la Universidad de Cantabria

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