El petróleo daña el clima económico
Los mercados petroleros de todo el mundo registraron en la jornada de ayer nuevos precios máximos para el oro negro, lo que ensombrece el clima económico para los próximos meses. Tanto la referencia del Brent en Europa como el West Texas en EE UU, como la cesta de precios elaborada por el propio sindicato de productores, la OPEP, marcaron máximos en un mercado que recogía las incertidumbres geopolíticas surgidas en uno de los núcleos de producción más determinantes, las inclemencias meteorológicas en el Golfo de México y las estimaciones de una demanda creciente para los próximos meses.
Cierto es que los niveles alcanzados por el precio del crudo son una señal de alarma en todas las economías industriales. Pero no es menos verdad que en el último lustro la banda de coste de esta materia prima capital se ha movido en tasas crecientes bien cercanas a las actuales y que la economía mundial lo ha encajado con flexibilidad envidiable. La seguridad de que la pujanza de las economías emergentes sostendrá la demanda mundial resta gravedad al sobrecoste de las materias primas, todas envueltas en una lenta pero al parecer no terminada carrera de encarecimiento. Pero en algún momento puede traspasarse el umbral del dolor.
La economía europea, y la española también, ha encajado los altos precios del crudo y sus derivados por el descenso paralelo del coste de financiación, cuya tendencia en los próximos meses no está clara. Pero bien podría convertirse el encarecimiento del crudo en el principal instigador de la inflación y de una subida de los tipos para combatirla, lo que se convertiría en un doble problema para la actividad. En todo caso, sea especulativa o industrialmente justificada la subida, mientras los efectos sean absorbidos por los consumidores de sus derivados, y mientras la determinación de los costes de producción lo consideren como un elemento coyuntural, sus riesgos seguirán siendo asumibles.