Turbulencia financiera y vacas locas
Son varios los familiares y amigos que, a la vuelta de vacaciones, me han preguntado qué está pasando con los mercados financieros a raíz de la crisis en el mercado hipotecario norteamericano. Pregunta sencilla de profundo calado, sobre todo tras ver en los medios las imágenes de decenas de ciudadanos haciendo cola, para retirar sus ahorros, a las puertas de las oficinas de la octava entidad financiera británica. Mucho se ha escrito y analizado en la prensa sobre las causas y efectos de este fenómeno cuya virulencia y expansión ha tenido algo de pandémico.
Hubiera sido fácil contestar a sus preguntas refiriéndoles alguno de los estupendos artículos que he leído recientemente. Sin embargo, he preferido explicarles que la causa y las consecuencias de esta crisis son, mutatis mutandis, las mismas que llevaron a enloquecer a las formidables vacas europeas hace apenas unos años.
Así, no hay más que recordar que la encefalopatía espongiforme degenerativa que afectó a nuestras vacas tuvo su origen en el anhelo de la industria ganadera de que estos animales crecieran y engordaran más rápidamente. Cuanto antes estuvieran listas para ser sacrificadas antes podrían ser comercializadas, y una mayor rotación de este stock propiciaría mayores beneficios. Con similar razonamiento, la industria financiera ha buscado fórmulas para que su ganado, el dinero, engordara más rápidamente. Si el negocio está en prestar dinero , cuanto más dinero se pueda prestar, mayor será el beneficio.
A estos bóvidos, herbívoros de natural, se les alteró la dieta de pastos y forrajes con nutritivos piensos elaborados con carne de sus semejantes. Fue este canibalismo contranatural, surgido de una idea que aunque lógica no dejaba de ser irracional, lo que provocó esta terrible enfermedad y el sacrificio y quema de millares de estos animales y, no olvidemos, la muerte de varias personas.
Salvando cortas distancias, las entidades financieras han engordado sin tomar dinero prestado en sus pastos tradicionales (depósitos de clientes, interbancario, ampliación de capital o emisión de deuda) para, a su vez, prestarlo a sus clientes. Lo han captado gracias al ingenioso y sofisticado pienso de la titulización. Es decir, con la garantía de sus propios activos (la deuda de sus clientes) han captado en el mercado dinero que otras entidades y fondos estaban dispuestos a ceder. Así, por un lado, han trasladado parte del riesgo inherente a su propio negocio (deuda de clientes) a terceros y, por otro, con esta nueva fuente de financiación han podido conceder más préstamos a nuevos clientes.
En nuestra economía globalizada, estas titulizaciones han sido la base de otras titulizaciones, en una espiral cuyos límites desconocemos. En definitiva, años de bonanza donde la oferta de dinero ha sido abundante y el crecimiento de la economía espectacular.
Pero he aquí que, en un mundo en el que todo está conectado, en el que los excesos de liquidez hay que colocarlos para obtener rendimiento, las entidades han acabado comprando esos mismos riesgos de los que, inicialmente, se habían desprendido. Todo ello me lleva a comparar este claro fenómeno de canibalismo con el de las vacas locas.
Cuando se ha disparado la mora en los préstamos hipotecarios norteamericanos de alto riesgo se ha propagado como una epidemia la crisis de liquidez y la inquietud por saber la cantidad de carne que cada entidad se ha comido y tiene almacenada en su balance. Como pasó con el cerebro de las vacas, la textura de este balance puede pasar de la propia del parmeggiano a la del gruyère.
La enfermedad de las vacas locas se curó con dosis de racionalidad prohibiendo ir más allá de lo que la madre naturaleza permite, pero se llevó por delante decenas de personas y el sacrificio de miles de animales. Veremos en los próximos meses si las actuaciones de los bancos centrales y la prudencia y razón de las entidades financieras logran frenar la crisis o bien habremos de vivir sacrificios y lamentar víctimas.
Miguel Ángel Martínez Conde. Profesor asociado de la Facultad de Derecho de Esade y director de los Servicios Jurídicos de Caixa Tarragona