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Tribuna
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El contagio del riesgo con la globalización

El cuadro macroeconómico español parece gozar de buena salud. Nuestro PIB, que en 2006 fue de 970.000 millones de euros, superará el billón de euros en 2007 gracias a una clara y decidida apuesta por el crecimiento de la mano de una fuerte inversión. La destacada participación de las pymes en el tejido empresarial español, que suponen un 99% del total de empresas y generan el 65% del empleo, ha puesto de relieve la necesidad de mejorar su acceso no sólo a nuevas vías para financiar este crecimiento sino, quizás más importante, su acceso a productos que mejoren su capacidad para gestionar los riesgos asociados a su actividad, cada vez más difíciles de evaluar, velando por el crecimiento rentable del negocio.

El contagio de la crisis financiera de las hipotecas subprime ha materializado la inquietud permanente que ya existía entre aquellos que nos dedicamos a evaluar esos riesgos, por los efectos de la globalización, su compleja medición y, consecuentemente, su incontrolable impacto. La permeabilidad de los mercados siempre ha estado ahí y genera negocio para todos. Sin embargo, es la intensidad con la que estos efectos se suceden lo que sorprende. No llueve sobre mojado, jarrea.

Desde el seguro de crédito hemos venido observando el crecimiento de este caprichoso efecto contagio en la caída progresiva del sector textil o en el impacto de la descentralización del sector de la automoción, quizás uno de los ejemplos más claros de los efectos colaterales generados por la globalización, con repercusión negativa sobre empresas de otros sectores de actividad, como bienes de equipo, máquinas, herramientas, siderurgia, metalurgia o servicios, situadas, a su vez, en otros países.

Las probabilidades de incumplimiento de dos empresas que se encuentran separadas por miles de kilómetros están cada vez más relacionadas entre sí. ¿Podemos medir estas relaciones? Imagínense la elaboración de una matriz de correlaciones de default capaz de estimar el efecto contagio que tendría la insolvencia de cada una de las empresas del mundo en cada una de las demás. Sería intratable.

Sin embargo, los modelos predictivos que estiman las pérdidas potenciales de una empresa han abordado con cierto éxito estos efectos. Lógicamente, estos modelos se han visto complicados exponencialmente. Simplificando el concepto, los eventos de dos empresas no son independientes entre sí. La complejidad de esta relación surge cuando el impacto no se produce sólo entre empresas de distintos sectores, relacionados porque ofertan productos sustitutivos o forman parte de una cadena de producción, sino de distintos países. Los operadores globales que tratamos de medir estos efectos intentamos responder a preguntas del tipo: si una empresa metalúrgica francesa cae en insolvencia judicial, ¿cuál es el efecto contagio sobre una química española?

En este entorno de incertidumbre en el que actualmente se encuentran los mercados internacionales debemos reflexionar seria y detenidamente sobre las nuevas técnicas, herramientas o productos que mejoran la gestión de los riesgos asociados a su actividad, y su aplicación al desarrollo y la sostenibilidad de nuestro tejido empresarial. ¿Qué vemos cuando volvemos la vista hacia nuestras empresas? Altos niveles de endeudamiento, necesidades de crecimiento y una difícil aunque clara vocación internacional en su búsqueda de crecimiento rentable.

Algunos productos focalizados en financiar ese crecimiento vía capital, como el business angels, la deuda Mezanine, private equity, venture capital o la financiación pública, pueden resultar, en el actual escenario, inadecuados. Otros, destinados a reducir las necesidades de crédito, cada vez encuentran más complicada su expansión entre las pymes. El difícil acceso a los estados financieros de estas empresas, la calidad de su información contable y la consiguiente dificultad de desarrollar herramientas como small business credit scoring contribuyen a ello.

A la dificultad del acceso a vías de financiación se añade un problema creciente detectado a partir de la segunda mitad de 2006: mayores ratios de insolvencia. Los datos de 2007 confirman su empeoramiento. Encontramos muy pocos instrumentos financieros pensados para apoyar a nuestras empresas en la dirección correcta cuando vengan mal dadas. Con nuestro tejido empresarial fuertemente endeudado, la necesidad de crecimiento rentable, la incertidumbre de los mercados, el agotamiento de la economía doméstica y la escasa internacionalización de las pymes cobran más importancia los productos capaces de evaluar los riesgos en los que se incurre en este entorno global y complejo.

Carlos Isidro. Responsable de Estudios Técnicos de Crédito y Caución

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