La batalla de las grandes Bolsas
Las grandes Bolsas globales luchan con ferocidad por arañarse unas a otras los nuevos emisores, según la autora. En su opinión, el 'efecto nido' a la hora de salir a cotizar, que da preferencia al lugar de origen, tiene cada vez menos sentido en un entorno globalizado
A principios de la década de los noventa Fráncfort parecía ser un rival potencial de Londres a la hora de atraer emisores europeos. La capital del Támesis se consideraba un mercado insular y doméstico, no una plaza internacional, sobre todo comparada con Nueva York.
Pero esta amenaza quedó en mero espejismo, y el encanto de la gran manzana se ha visto superado recientemente por el atractivo de la City londinense para las economías orientales emergentes, en buena parte debido a la sobrerregulación de la Ley Sarbanes-Oxley de EE UU, obligando incluso al alcalde de Nueva York a encargar un informe a McKinsey con un replanteamiento estratégico serio de Manhattan como plaza financiera.
Por si fuera poco, además de cotizar en Bolsa, se han puesto de moda otras alternativas de financiación para las empresas privadas, con un entorno de hegemonía de inversores institucionales desintermediados y sin restricciones geográficas.
Las mayores empresas asiáticas parecen, de momento, interesadas en cotizar en casa
Paradójicamente, numerosas Bolsas locales y regionales (entre ellas, la española) se han visto inundadas por liquidez -antes de la actual crisis derivada de las hipotecas subprime de EE UU-, mientras que las Bolsas globales luchan con ferocidad por arañarse unas a otras los nuevos emisores. El resultado es que las empresas rusas se decantan claramente por la City londinense, las empresas israelíes por cotizar en EE UU, y las chinas cunden tanto en las plazas financieras domésticas (Hong Kong y Shanghai) como en las internacionales (Londres o Nueva York).
Como no hay enemigo pequeño, la mayor salida a Bolsa de la historia, la del Banco Comercial e Industrial de China (ICBC), ha tenido lugar en las plazas de Shanghai y Hong Kong, con un volumen de 21,2 billones de dólares. De acuerdo con las cifras publicadas por Thompson Financial para 2006, la plaza financiera de Hong Kong ha concentrado 41,2 billones de dólares de negociación, muy por delante de los 37,3 de Londres o de los 29,3 billones de un Nueva York inmerso en un plan estratégico para reactivar su parqué.
El efecto nido a la hora de salir a cotizar, prefiriendo su lugar de origen tiene cada vez menos sentido en un entorno globalizado. Los nacionalismos no ponderan tanto la pirámide coste-beneficio, y los emisores preferirán cotizar en el mercado más líquido y eficiente, en el que obtengan mayor y mejor valoración (por existir valores previos cotizados en el mismo sector); o en aquel con mayor número de analistas, en aras de obtener un mejor rating y mayor protagonismo.
Con ejemplos resulta más fácil de entender: los grupos mineros de países de Europa del Este han elegido cotizar en la Bolsa de Londres, por su especialización. De hecho, Londres posee un atractivo natural para los recursos naturales, a semejanza del Nasdaq con las tecnológicas; por esta razón, el número de salidas a Bolsa en EE UU de empresas chinas tecnológicas sigue creciendo a pesar de la Sarbanes-Oxley.
Sin embargo, la sobrerregulación ha favorecido que numerosas empresas coticen en el AIM (Alternative Investments Market) de Londres, autorregulado. Algunas variables clave a la hora de seleccionar un mercado para cotizar son su sistema regulatorio y los costes operativos y financieros. La Bolsa de Londres resulta muy atractiva por su sistema supervisor, basado en principios (frente al norteamericano, basado en normas), aunque para los grandes fondos de private equity (KKR o Apollo) resultara más atractivo Euronext por el régimen fiscal holandés de los vehículos de inversión.
Las mayores empresas asiáticas parecen, de momento, continuar interesadas en cotizar en casa, habida cuenta de la liquidez con la que cuentan, y aunque sus niveles de transparencia y regulación sean mejorables, numerosos fondos de inversión europeos y norteamericanos están trabajando desde allí, facilitando que las operaciones se cubran sin necesitar plazas occidentales.
Debido a las restricciones de acceso al capital, y las similitudes culturales, podría parecer que India recurriría a la City para financiar sus emisores, pero hasta la fecha ha cubierto sus necesidades de forma doméstica, evitando los sobrecostes aplicados a los emisores extranjeros.
Los dobles listing tienen sentido siempre que la relación coste-beneficio sea positiva. Para ello, la empresa debe tener un gran tamaño, y además contar con suficiente negocio internacional. Si una empresa tiene oportunidades de mercado en diferentes países, estará interesada en atraer a inversores internacionales (institucionales de la Gran Manzana poco sensibles a los precios). Sin embargo, cada vez es más común que los emisores de emergentes como Rusia, tiendan a cotizar en Londres, además de en su mercado de origen.
Ahora mismo, además de elegir dónde cotizar, las empresas deben plantearse si quieren cotizar, asumiendo los posibles inconvenientes, o venderse al mejor postor (de private equity) sin mirar atrás, acumulando beneficios de una forma discreta.
Las Bolsas siguen siendo una alternativa de financiación válida, que ofrece liquidez, publicidad, refuerzo a la marca corporativa, garantía de una valoración externa y una salida para posibles accionistas descontentos (o con afán de independencia). No debemos olvidarlo. Por eso algunas exclusiones supondrán a medio plazo, una vuelta al parqué, aunque no sepamos a cuál de ellos.
Isabel Giménez Zuriaga. Directora general de la Fundación de Estudios Bursátiles y Financieros