El mercado debe recuperar confianza
La tormenta financiera con epicentro en el mercado hipotecario norteamericano no sólo ha recortado notablemente los precios de los activos en los mercados internacionales, sino que condicionará notablemente el devenir de la actividad corporativa en los próximos años. El verdadero peligro está si traspasa la suave película existente entre la vida de las empresas y sus proyectos y la economía real. Hasta ahora sólo podemos hablar de una crisis de liquidez, razonablemente bien resuelta por los bancos centrales por inyecciones casi indiscriminadas de dinero a precios aceptables, y veladas promesas de una relajación en los precios del crédito en Estados Unidos. Pero ya hay derivas preocupantes en la financiación de las empresas que pueden convertirse en un problema crediticio si la desconfianza que se ha apoderado en las últimas semanas de los agentes financieros no revierte en optimismo y seguridad.
Las fuertes peticiones de liquidez de los bancos en todo el mundo, especialmente en Europa, deben interpretarse únicamente como un justificado recelo ante el desconocimiento de la dimensión de la crisis hipotecaria de Estados Unidos y de sus efectos en las cuentas de resultados de los bancos. De una forma u otra todos tienen su cuota de parte de los activos contaminados por un subyacente financiero de malísima calidad, como son créditos subprime de difícil cobro. Pero la banca no puede convertir este recelo en desconfianza general hacia los tomadores de crédito. Por ello, empezará a discriminar, a endurecer las condiciones de los préstamos, tanto a empresas como a particulares, pero en ningún caso adoptará una actitud introvertida radicalmente ajena a la naturaleza de su negocio.
La financiación de determinados proyectos empresariales, no obstante, ya ha comenzado a cuestionarse en todo el mundo. La banca corporativa está mirando con lupa cada operación, aunque diluya el riesgo bajo exigentes fórmulas de sindicación. El capital riesgo es uno de los agentes más activos en los últimos años, pero tendrá que ajustar sus expectativas a un nuevo contexto de riesgo y precios. Y todas las operaciones realizadas con apalancamiento financiero en general, están de nuevo en revisión.
Este simple acto reflejo de pensar dos veces cada decisión transformará también el comportamiento de la Bolsa. Las opas que hasta ahora habían sido uno de los carburantes más consistentes de las alzas, lógicamente apoyadas en unos beneficios esperados muy sólidos, serán igualmente revisadas. Los activos serán más baratos si la competencia por las mismas piezas se relaja, pero la financiación será más cara.
Las grandes operaciones corporativas planteadas antes de la crisis, en condiciones normales, se ejecutarán (ABN, Endesa, Iberia, Altadis...), y deberían servir de lanzadera para que el mercado recupere su desempeño normal y esquive una crisis crediticia que tiene difícil justificación en una economía con crecimiento global superior al 4,5%, sin inflación, y con los tipos de interés globales más bajos de la historia. Pero antes de recuperar el sosiego, pueden aparecer más episodios de volatilidad, que en ningún caso deben cambiar el rumbo de una economía real, que, a juzgar por las intensiones del BCE de subir los tipos, es muy firme.